Martes 21 de Mayo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Las dilema de las encuestas

José Luis Solís Barragán | 08/10/2023 | 00:50

Uno de los grandes temas pendientes de la democracia mexicana, es lo relativo a las encuestas previas, durante y post electorales; si bien es cierto la legislación establece una base para estos instrumentos metodológicos, la realidad termina por rebasar al propio Derecho.

Desde hace algunos procesos electorales, las encuestas han sido un instrumento mediático que permite generar una percepción sobre el resultado de los comicios y con ello incluso se puede cambiar el pensamiento colectivo e incluso se abren ventanas que permiten la estimulación de crisis institucionales en los entes garantes del voto.

Roberto Madrazo en su libro “la traición”, narra su percepción sobre la experiencia de los comicios del 2006, ahí plasma que previo al arranque formal de las campañas, desde la Presidencia de la República se comenzaron a manejar encuestas que colocaban al PRI en un lejano tercer lugar y que con ello cobró vidael discurso del famoso voto útil que consistió en: “soltar a Madrazo”.

En el no tan lejano 2012, el candidato opositor Andrés Manuel López Obrador fue un férreo crítico de estos instrumentos, ya que las famosas encuestas “copeteadas”, mostraban un resultado irreversible, con lo que no se facilitó la creación de confianza que le permitiera convencer al electorado de ser una opción real de competencia contra el ex partido de Estado.

El triunfó del 2018, si bien las casas encuestadoras coincidían en el triunfo de MORENA, la realidad es que pocos instrumentos pudieron predecir la magnitud del triunfo, sin embargo, en esta jornada, después de dos elecciones, las fallas metodológicas, no trajeron como consecuencia una crisis por cuestionamiento o de legitimidad, sobre las instituciones electorales.

Ahora aquí sólo estamos haciendo referencia a los resultados de las elecciones federales, en el caso de los procesos electorales locales, el uso de encuestas como instrumento de propaganda es aún más recurrente y las fallas de los pronósticos están a la orden del día, lo que hace evidente la existencia de un área de oportunidad para fortalecer la democracia.

Como punto de partida deben decirse dos cosas, las encuestas incluso a nivel mundial han mostrado importantes fallas, ello puede ser por la incapacidad de medir ciertos fenómenos, el ocultamiento de ciertas preferencias e incluso el nivel de confianza ante las casas encuestadoras; pero como segundo punto se debe señalar que las encuestas son fotografías del momento, no son resultados tallados en piedra que no puedan revertirse.

Bajo estas premisas, es importante decir que las encuestas que hemos visto y que seguiremos viendo de aquí al primer domingo de junio de 2024 seguirán teniendo sus impulsores y detractores, quienes se perciban ahí como ganadores afirmarán que la metodología es intachable y los márgenes de error son mínimos; por su parte los poco favorecidos por la numeraría afirmarán tener otros datos, mejores encuestas y una realidad paralela.

Sin embargo, las encuestas, deben ser lo de menos del proceso electoral, las percepciones no hacen ciudadanía y ni crean mejores gobiernos; lo que verdaderamente debe determinar el resultado electoral es la participación ciudadana y sobre todo la generación de una vida en colectividad informada, consciente y participativa.

El dilema de las encuestas dejemos que lo resuelvan los políticos, al ciudadano por su parte, impulsémoslo a ser el centro del proceso electoral, sólo así, los mecanismos fraudulentos como la compra del voto o el “cuchareo” de las encuestas pierden sentido.

¿Quién ganará el proceso electoral? Aún no podemos afirmarlo, es claro que las preferencias en este momento muestran posibilidades a una opción en particular, pero el camino es largo y muchas veces tortuoso, muchos candidatos han visto caer sus sueños en cuestión de momentos, en política 24 horas es mucho tiempo para los políticos, pero siete meses para construir ciudadanía es muy pero muy poco tiempo.