Sábado 4 de Mayo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Según la tradición, el final ya llegó

José Luis Solís Barragán | 09/09/2023 | 03:26

El sistema político posrevolucionario, se caracterizó por el establecimiento de un régimen hiperpresidencialista, pero investido con ropajes democráticos que garantizaban la entrega del poder de forma pacífica de forma sexenal, siendo este, uno de los elementos centrales del mismo.

El diseño institucional de México otorgó al presidente facultades metaconstitucionales, le dotó de formalismos que engalanaban su poder y ello constituyó lo que Krauze definió como “la presidencia imperial”, un sistema su generis que encontraría su máxima expresión en la sucesión del poder, lo cual representaba el punto cumbre de la fuerza presidencial.

Los presidentes llegaban el primer día de su mandato con el impulso propio que les otorgaba la hegemonía revolucionaria, pero con una legitimidad cuestionada ante la evidente falta democrática del país; el titular del Ejecutivo fortalecía su poder en el día a día, buscando en todo momento imprimir su “estilo personal de gobernar”, pero aceptando que iba a perder todo, al momento de señalar al siguiente en la línea sexenal.

Todos los presidentes debían mostrar el rompimiento definitivo entre sexenios, la legitimidad no era un bien heredado, sino que era resultado de la fortaleza que se mostraba como nuevo detentador del poder político nacional.

Los procesos de transición y alternancia política desmantelaron en gran medida ese hiperpresidencialismo, el nuevo andamiaje de control del poder, sujetó a los titulares del Poder Ejecutivo, construyendo con ellos una incipiente y frágil democracia.

En la época reciente, todo presidente hubiese soñado arrancar su gestión, en los términos que lo hizo Andrés Manuel López Obrador; es decir con una amplia legitimidad construida en las urnas, que además le otorgaron una mayoría legislativa, que permitiría establecer un férreo control del Congreso y con ello una fuerza sin precedentes sobre todos los órganos del Estado.

La fuerza del presidente eclipsó en poco tiempo, todo contrapeso, la oposición quedó difuminada, el Poder Legislativo bailaba al son que se dictaba en Palacio Nacional, el Poder Judicial fue cauteloso para evitar la confrontación y los organismos autónomos que en su momento habían dinamitado el Poder Ejecutivo, fueron poco a poco colonizados por los aires transformadores.

El presidente controló por años la agenda, incluso su discurso no tenía rival; por ello, él mismo busco diseñar sus propios enemigos, el supuesto complot “descubierto” denominado BOA, es un claro ejemplo de ello, pero ni la falta de oposición, pondría pausa al reloj sucesorio.

El fin de mandato y el arranque adelantado del proceso sucesorio, restaron control al presidente, algunos órganos rompieron sus correas de transmisión y algunos pesos y contrapesos volvieron a activarse, con ello, el intento de retorno del hiperpresidencialismo comenzó a encontrar freno frente a nuestra incipiente democracia.

El presidente lleva un año con muchos tropiezos, primero perdió la interlocución con la Suprema Corte y ello se tradujo en diversos reveces judiciales, posteriormente la oposición por fin logró articularse y dio señales de vida con una candidata carismática, y como consecuencia, fue capaz de arrebatarle el llamado “día del presidente”, a todo ello, se suma que por fin su dedo señaló a quien será su candidata para continuar con su autodenominada transformación, pero el destape, no logro la unidad anhelada.

El Presidente hará la entrega de lo que el definió como “el bastón de mando”, es claro que sus expectativas del escenario político cambiaron de forma considerable y por el bien de él y del país, es fundamental que acepte que la su poder debe comenzar a eclipsarse, todo ello para que el sol salga ante el nuevo poder que empezará a construirse a partir de las elecciones que definan si habrá continuidad o por tercera elección consecutiva, alternancia.

A partir de este momento, el presidente vivirá en un limbo político y será interesante ver como con su personalidad procesa el inicio del fin que ya llegó.