Carlos Álvarez Flores | 06/09/2023 | 00:21
Los metales son parte fundamental de nuestra vida moderna y no me refiero al oro, plata o paladio, que usamos en las tarjetas impresas de celulares, pantallas, laptops y computadoras de escritorio. Me refiero a los minerales metálicos como el hierro, cobre, plomo, níquel, cadmio y ahora el codiciado litio. Desafortunadamente los actuales métodos de extracción provocan gigantescos impactos ambientales. La extracción húmeda ejerce una devastación enorme de suelo perdiendo la corteza vegetal, lo significa perder captura de carbono, perder flora y genera desplazamiento de la fauna, además de alteraciones morfológicas, peligro de derrumbes en frentes de arranque y destrucción de bienes culturales; genera el ruido de los generadores de energía, de trabajos de extracción, por molienda y tratamiento y de transporte. Todos esos equipos queman combustibles fósiles generando emisiones contaminantes y de CO2. También genera desnitrificación, contaminación de cuerpos receptores con enormes cantidades de aguas residuales lodosas y/o con aguas residuales contaminadas. Modifica el curso de los ríos, además genera formación de escombreras que ocasiona una grave alteración del balance hídrico y la calidad de aguas subterráneas.
La extracción en seco contamina el aire ambiente con ruido y vibraciones por detonaciones, formación de polvo por tráfico y erosión, humos de escombreras autoinflamadas, vapores de voladuras y gases tóxicos. En las aguas superficiales genera alteraciones del ciclo de nutrientes (posible eutrificación), contaminación con agua residuales y contaminación por erosión intensa, además genera descenso del nivel freático y deterioro en la calidad de aguas subterráneas. También genera disminución del rendimiento, desecación, hundimiento del suelo y peligro de empantanamiento tras el restablecimiento del nivel freático. Todos estos impactos pueden provocar modificación del microclima y proliferación de agentes patógenos en aguas estancadas y en ambos casos la erosión del suelo es constante. El uso intensivo e indiscriminado de agua para las tinas de flotación de los minerales molidos en presencia de cianuro de sodio es uno de los impactos más significativos, toda vez que ninguno de los cientos de minas (que hoy operan en nuestro territorio nacional) tiene plantas de tratamiento de aguas residuales “descarga cero”. Sabemos que existen cuando menos unos 2,000 millones de toneladas de “jales mineros” que son residuos que contienen toda clase de sales minerales metálicas, quiero decir de metales como zinc, magnesio, aluminio, cobre, manganeso, cromo, níquel, cadmio, plomo etc, que todavía no son confinados adecuadamente. Estos jales mineros están tirados a cielo abierto conformando enormes montañas que cuando sopla el viento, éste puede acarrear las partículas más pequeñas hasta 10 km de distancia del lugar de origen. Estos polvos finos cuando finalmente caen, contaminan el suelo agrícola, cuerpos de agua y sobre todo afectan nuestra la salud, causándonos insuficiencia renal y leucemia.
La actividad minera a tajo abierto que causa depredación ambiental y daños a nuestra salud se practica desde 1575 en Zacatecas. Cobró relevancia en la zona del centro del país cuando se descubrieron yacimientos de oro y plata, donde se asentaron los primeros mineros y el 3 de octubre de 1592 se funda la Villa de San Luis Mexquitic (hoy San Luis Potosí. Juan de Oñate fue nombrado el primer alcalde del “Pueblo de San Luis de Mezquitique.” Actualmente existen 25, 267 concesiones mineras que abarcan en total 21. 3 millones de hectáreas equivalentes al 10.6 % del territorio nacional.
Por eso la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales debe crear nuevas normas que obliguen a practicar la nueva minería que minimice la depredación ambiental.
*Carlos Alvarez Flores, Presidente de México, Comunicación y Ambiente, A.C.
Experto en Gestión de Residuos y Cambio Climático
www.carlosalvarezflores.com y Twitter @calvarezflores