El bienestar sexual no solo se refiere a la práctica de la actividad sexual en sí, sino que también incluye la educación sexual, el conocimiento del cuerpo, la capacidad de comunicarse abierta y honestamente con la pareja y la prevención de las enfermedades de transmisión sexual. De hecho, de acuerdo con la OMS, “el bienestar sexual es fundamental para la propia salud y felicidad de las personas. Esto tiene un claro impacto positivo en las sociedades y los países”.
Además, según informes de la OMS, entre bacterias, virus, protozoos y parásitos, actualmente se conocen más de 30 patógenos diferentes responsables de las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS). Y lo alarmante es que cada vez hay más casos que sugieren un incremento en las tasas de pacientes con alguna ITS o Enfermedades de Transmisión Sexual, de acuerdo con estudios de la Secretaría de Salud realizados entre 2020 y 2021. Entre las cifras más preocupantes son las de la sífilis, pero ¿en qué consiste esta enfermedad?
¿Qué es la sífilis?
La sífilis es causada por la bacteria Treponema pallidum, que se presenta principalmente en dos variantes diferentes denominadas linajes, Nichols y SS14. Esta ETS puede transmitirse a través de cualquier tipo de relación sexual, incluidas las relaciones orogenitales (sexo oral). También puede transmitirse por contacto con sangre infectada y puede pasar de la madre al feto durante el embarazo, el parto o la lactancia.
¿Cuáles son los síntomas de la sífilis?
En caso de transmisión congénita, la enfermedad puede ser asintomática en unos dos tercios de los casos. Sin embargo, con el paso de los años pueden aparecer síntomas de gravedad variable.
En los adultos, la enfermedad pasa por tres etapas diferentes:
Sífilis primaria: entre 10 y 90 días después de la infección, suele aparecer una lesión cutánea (sifiloma) en el lugar inicial de contacto, con mayor frecuencia en la zona genital, el ano, la garganta o la boca.
Sífilis secundaria: entre 6 y 8 semanas después de la infección primaria, pueden aparecer lesiones cutáneas o mucosas enrojecidas, que pueden ir acompañadas de manifestaciones sistémicas como fiebre, dolores óseos, trastornos gastrointestinales, alopecia de las cejas, cefalea, pérdida de peso, inflamación difusa de los ganglios linfáticos. Si no se trata, la infección puede continuar en fase latente, asintomática.
Sífilis terciaria: se produce en aproximadamente el 20% de los casos no tratados, entre 1 y 20 años después de la fase primaria. Se forman nódulos que pueden afectar a la piel, los órganos internos (como los huesos, el hígado, el sistema cardiovascular y el encéfalo) y los pequeños vasos sanguíneos que alimentan la pared de la aorta. En consecuencia, puede producirse un debilitamiento de la propia pared aórtica, lo que conduce a la formación de aneurismas.
“Es importante señalar”, añade el Dr. Fabio Leva, andrólogo, que alrededor del 10% de los pacientes no tratados pueden desarrollar estos aneurismas, que suponen un grave riesgo para la vida. Además, la sífilis también puede causar graves manifestaciones neurológicas y psiquiátricas. Estas pueden tener consecuencias extremadamente incapacitantes e incluyen la afección denominada neurolue.
En la fase avanzada de la neurolue, entre el 2 y el 5 por ciento de los individuos afectados desarrollan parálisis progresiva, siendo los hombres los más afectados en comparación con las mujeres. La parálisis progresiva suele ir asociada a una tabe dorsal (pérdida de la función de la médula espinal y, posteriormente, a demencia. Para el diagnóstico de la neurolúes, es crucial el diagnóstico del líquido cefalorraquídeo). Es importante comprender que la sífilis puede tener graves consecuencias para la salud si no se trata adecuadamente. El diagnóstico oportuno —realizado también mediante una información adecuada sobre el tema— y el tratamiento adecuado son esenciales para prevenir estas complicaciones y proteger la vida y el bienestar de los pacientes.
La sífilis se diagnostica principalmente mediante análisis de sangre. Las pruebas diagnósticas más utilizadas siguen una secuencia denominada pruebas no treponémicas —pruebas treponémicas—. El uso combinado de pruebas no treponémicas y pruebas treponémicas ayuda a los médicos a confirmar la presencia de sífilis y a distinguir entre las distintas fases de la enfermedad.
Tratamiento y la futura vacuna
La terapia más común para el tratamiento de la sífilis consiste en inyecciones de penicilina. Sin embargo, en los casos en que el paciente es alérgico a este fármaco, como alternativa se puede utilizar la claritromicina. “Por el momento”, concluye Leva, “no existe ninguna vacuna contra la sífilis. Pero gracias a los avances de las técnicas de diagnóstico en los últimos años, ahora es posible secuenciar el genoma completo del patógeno a partir de muestras tomadas directamente de los pacientes. Comprender las diferencias genéticas entre las distintas cepas de bacterias circulantes es crucial para el posible desarrollo de una vacuna eficaz contra la sífilis. Futuros estudios y esfuerzos de investigación específicos podrían contribuir a avanzar en la creación de una vacuna preventiva contra esta enfermedad”.
Actualmente, la mejor recomendación para hacer frente a esta enfermedad es conseguir un diagnóstico a tiempo. “Es crucial comprender que la sífilis puede tener graves consecuencias para la salud si no se trata adecuadamente. El diagnóstico oportuno —que también se consigue mediante una información adecuada sobre el tema— y el tratamiento adecuado son esenciales para prevenir estas complicaciones y proteger la vida y el bienestar de los pacientes”, explica el Dr. Leva.