José Luis Solís Barragán | 02/09/2023 | 01:40
Dice un viejo refrán: “Chango viejo, no aprende maroma nueva”, y justo dicha sabiduría popular, define en cuerpo entero el proceso para la designación de la persona que se encargaría de la construcción del Frente Amplio por México, porque las dirigencias partidistas, simplemente no entienden, que no entienden.
Años de vivir en la lona, azorrillados por un hombre que lograba con mucha facilidad monopolizar la agenda pública, aporreados por una sociedad fastidiada de sus formas y sus fondos; la oposición poca posibilidad mostraba de llamar la atención de la ciudadanía y mucho menos, se le veía color de figurar en el proceso político sucesorio.
Sin embargo, la política es de momentos y de circunstancias, la desgracia ajena, de repente puede convertirse en la desgracia propia, la fortuna del rival, puede transferirse con mucha facilidad, sin ni siquiera desearlo o incluso preverlo.
La soberbia es la peor consejera en política, la arrogancia de la legitimidad que otorgaron 30 millones de votos, hizo que el Presidente López Obrador iniciara batallas que resultaban difícil de ganar, por lo que su embestida contra el Instituto Nacional Electoral, permitió aglutinar a una sociedad que exigía el respeto a un órgano que mostraba confianza y legitimidad.
Es quizás esta batalla, la madre de los cimientos de una oposición que se encontraba desorientada e inconexa con la sociedad, es quizás el momento clave que permite el inicio de la búsqueda de actores sociales, que ayudaran a legitimar a una serie de dirigencias de impresentables, para construir un proyecto alternativo.
Aún pese al intento de involucramiento de ciertos actores sociales, la realidad es que la oposición no encontraba mucho eco, pero las circunstancias cambiaron, algunos contrapesos empezaron a activarse nuevamente, la narrativa presidencial encontró algunos frenos y nuevos actores irrumpieron el escenario nacional.
Xóchitl Gálvez, quizás no sea el fenómeno que se creyó en un inicio que podía ser, sin embargo, permitió refrescar el escenario político, ciertos sectores sociales la vieron con buenos ojos y apostaron a un proceso que de inicio logró desplazar la justa sucesoria de MORENA y sus aliados, lo que de entrada ya representaba un gran triunfo para una oposición eclipsada durante más de cuatro años.
Si el proceso desde su planteamiento y desarrollo comenzó dando buenos resultados, no se entiende la necedad de las dirigencias partidistas, de complicar algo que parecía podría generar una narrativa ciudadana y le diera impulso a una oposición casi inexiste, sin embargo, chango viejo, no aprende maroma nueva.
Si el Frente hubiera concluido el proceso en los términos que ellos mismos plantearon, Beatriz Paredes Rangel, no tendría manera de “condicionar su adhesión al proyecto”, pero, además, hubieran legitimado una decisión que a todas luces atrajo la atención ciudadana y permitió generar expectativas.
¿Por qué el Frente rompió sus propias reglas, si primera vez en años, parecía que había encontrado su rumbo? Diversas razones cruzan mi mente, pero en todas y cada una de ellas, hay un común denominador: la mezquindad o la incapacidad de las cúpulas partidistas.
Un primer razonamiento puede ser que Alejandro Moreno perdió el liderazgo ante la fuerza de Beatriz Paredes, por lo que, de continuar el proceso, la nueva interlocución de los priistas con el Frente sería a través de ella, por lo que el dirigente se convertirá en una figura decorativa.
Un segundo razonamiento, es que las encuestas y el crecimiento de Beatriz Paredes, hicieron crecer las apuestas de un partido que se creía desahuciado, sin embargo, de llegar a una elección, en que el resultado arrojara una derrota avasalladora contra el tricolor, verían mermados sus números para negociar en la construcción de candidaturas al Congreso.
Por último, pasa por mi mente, la posibilidad de que en realidad el Frente no tenía la capacidad técnica y/u operativa para el desarrollo de la jornada electoral, por lo que los comicios presentarían tal desaseo, sumado a una baja participación, lo que propiciaría deslegitimar el triunfo de cualquiera de las aspirantes.
Es claro que lo sucedido, lesiona el discurso de “ciudadanizar” la política, sobre todo considerando que habían logrado contar con una candidatura atractiva para sectores que no mostraban interés por la política, sin embargo, las cúpulas no quieren cambiar y este será el primer gran reto de Xóchitl Gálvez, intentar que el chango viejo, aprenda una maroma nueva.
Por lo pronto, soy un firme partidario de creer que nada hará cambiar a las cúpulas, sólo porque siguen sin entender que la ciudadanía ya cambió y que se espera una oposición de altura, pero sobre todo con una verdadera vocación democráticas.