El mandato al frente de México de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha sido objeto de controversia y polarización. Aunque su ascenso al poder en 2018 generó expectativas de cambio y esperanza para muchos, la realidad ha demostrado que su liderazgo ha sido perjudicial para el país en diversos aspectos. A continuación, quisiera retomar algunos de los motivos que sustentan la afirmación de que AMLO es un mal presidente para nuestro país.
En primer lugar, la toma de decisiones unilaterales ha sido una constante durante su administración. AMLO ha demostrado una preocupante tendencia a desestimar opiniones y recomendaciones de expertos y especialistas, prefiriendo basar sus políticas en su criterio personal. Esta actitud ha llevado a la implementación de proyectos cuestionables, como la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, una medida costosa y poco justificada que afectó la confianza de los inversionistas y perjudicó la economía del país.
En segundo lugar, la polarización social ha aumentado bajo el mandato de AMLO. En lugar de buscar unir al país y fomentar el diálogo, ha optado por un discurso divisivo, demonizando a la oposición y estigmatizando a quienes critican sus políticas. La creación de un clima de confrontación y antagonismo ha debilitado la cohesión nacional y ha generado tensiones innecesarias que obstaculizan el progreso.
En tercer lugar, la economía mexicana ha enfrentado serios desafíos durante la administración de AMLO. Sus políticas intervencionistas y su retórica antiempresarial han disuadido la inversión privada y han debilitado la confianza en el sector empresarial. La falta de incentivos para el crecimiento económico y la improvisación en materia fiscal han generado incertidumbre y frenado el desarrollo, afectando a los más vulnerables.
Otro aspecto preocupante es la erosión de las instituciones democráticas. AMLO ha intentado debilitar el sistema de contrapesos, como el poder judicial y los organismos autónomos, buscando concentrar un poder excesivo en la presidencia. Esto socava los cimientos de la democracia mexicana y abre la puerta a posibles abusos de poder y autoritarismo.
Además, la lucha contra la corrupción, una de las banderas de su campaña, ha sido opaca y selectiva. Si bien es cierto que algunos funcionarios han sido señalados, los casos de corrupción vinculados a su propio partido o a su círculo cercano han sido ignorados o minimizados. Esto ha minado la credibilidad de su gestión y ha generado dudas sobre su verdadero compromiso con la transparencia.
En conclusión, Andrés Manuel López Obrador ha demostrado ser un mal presidente para México en diversos aspectos. Su estilo de liderazgo unilateral, polarizador y confrontativo ha debilitado la unidad nacional. Sus políticas económicas intervencionistas y su manejo de la corrupción han tenido efectos negativos en la economía y la credibilidad gubernamental. Además, su intento de debilitar las instituciones democráticas ha generado preocupación entre la población. México merece un líder que promueva el consenso, la transparencia y el desarrollo integral del país, y desafortunadamente, AMLO no ha cumplido con estas expectativas.
Apuntes
A propósito de AMLO, las últimas semanas hemos visto por todos los medios a su alcance su intento por desacreditar sin éxito la figura de Xóchitl Gálvez. Tal ha sido el grado de su obsesión que la Comisión de Quejas y Denuncias del Instituto Nacional Electoral ha pedido de manera oficial al mandatario evitar los comentarios sobre la senadora, además de prohibirle expresamente hablar sobre los aspirantes presidenciales.
Y a pesar de que López Obrador aseguró que cumplirá “bajo protesta” el ordenamiento de las autoridades electorales, el presidente chiquito aseguró que le exigen jugar limpio, a pesar de que los medios y la oposición atacan a su gobierno. Alguien debería explicarle al presidente que es el mandatario de un país democrático que gobierna para todos los mexicanos, no el líder de un partido político con adversarios y enemigos.
Muchas gracias por su atención y lectura. Nos leemos en quince días.
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