En la actualidad, no hay nada más común que usar la tecnología, desde la más sencilla hasta la más compleja, para ayudarnos en nuestras tareas cotidianas pero, ¿qué tanto esa “ayuda” se ha convertido en una total y completa dependencia? Esa es la pregunta que debemos hacernos.
¿Cuándo fue la última vez que encontraste una dirección complicada sin ayuda de alguna app de localización?¿O cuándo fue la última vez que memorizaste un número telefónico?¿Acostumbras recordar tus citas y pendientes sin utilizar alarmas y recordatorios en tus dispositivos? ¿Qué tantas veces al día le pides o preguntas algo a Alexa o Siri? Para terminar pronto, ¿hace cuánto que no escribes a mano con lápiz y papel?
La realidad es que la tecnología y nuestros dispositivos ya son más que accesorios y apoyos. Se han convertido en necesidades, ya que su uso y abuso ha generado que poco a poco habilidades y funciones de nuestro cerebro, se hayan visto modificadas y/o disminuidas. Vivimos en la era de la tecnodependencia.
Se puede definir a la tecnodependencia como “el hábito repetitivo y compulsivo difícil de controlar que compromete la salud y vida social de quien la padece, a cantidades específicas de “dosis” o uso de recursos tecnológicos que en estricto rigor no son necesarias para la práctica social o para la vida, la salud o bienestar del ser humano”. Según los expertos en el tema, todos somos tecnodependientes en cierto grado.
La cuestión es que la dependencia proviene del hecho de permitir que la tecnología sustituya las funciones que, por ejemplo, debería realizar nuestra memoria. El hecho de saber que no necesitamos almacenar cierta información en nuestro cerebro porque podemos almacenarla en nuestro teléfono es el inicio del problema.
Según Pablo Richly, jefe del Instituto de Neurología Cognitiva en Argentina, no es que hayamos perdido memoria sino que la usamos diferente, “Si sabemos que la información que nos dan podemos buscarla de manera fácil y volver cuando queramos (como en Internet), somos más eficientes en recordar cómo o dónde buscarla que de recordar la información en sí misma.”
Esto tiene todo el sentido del mundo pero, seguimos dependiendo de la tecnología, pues de no contar con ninguno de nuestros dispositivos tecnológicos, nos sería más útil recordar la información misma que el lugar dónde podríamos encontrarla, ¿no crees?
Todo esto ha llamado la atención de, cada vez más, científicos alrededor del mundo, que se han preocupado por estudiar a detalle cómo nuestro uso de dispositivos tecnológicos, aplicaciones y redes sociales, afecta nuestra capacidad de recordar.
Según investigaciones presentadas en el Festival de la Ciencia, que se celebra en Guilford, Inglaterra, los primeros resultados de estos estudios afirman que redes sociales -como Facebook- podrían estar ayudándonos a recordar. Pero otros sitios como Twitter o YouTube están disminuyendo esas habilidades.
Tracey Alloway, experta en psicología cognitiva de la Universidad de Stirling, en Escocia, lleva a cabo un estudio para analizar el impacto de las aplicaciones tecnológicas como YouTube y Twitter en nuestra memoria de trabajo y según sus investigaciones, existe evidencia de que este tipo de aplicaciones podrían estar perjudicando las capacidades del ser humano.
Esto, porque instan a la personas a llevar a cabo actividades muy breves, además del hecho de tener que simplificar los mensajes para que quepan en cierto espacio. Por último, con ayuda de los teléfonos y dispositivos que completan y sugieren las mejores opciones de palabras, además de corregir la ortografía.
Según otros estudios de la doctora Alloway, los mensajes de texto y el uso de los teléfonos móviles no solo afecta la memoria, la memoria está directamente relacionada con la plasticidad cerebral y esta, a su vez, con el desarrollo de la inteligencia.
Los resultados sobre este tema, mostraron que los estudiantes que enviaban más mensajes con más frecuencia, tendían a tener grados más bajos en las pruebas de coeficiente intelectual, ya que al realizar tareas de comunicación de una forma tan básica hace que no utilicemos ni la memoria, ni la capacidad de lenguaje.
Pero, no todo es malo, la tecnología también puede ser de gran ayuda para transitar en sentido contrario de la pérdida de memoria y habilidades cognitivas, pues existen gran cantidad de herramientas, programas, videojuegos y aplicaciones dedicadas a mejorar y fortalecer la memoria.
Aunque, como siempre, lo tradicional en este caso también puede ser de gran ayuda, según estudios, las personas que tienden a tener buena interacción y conexión social a lo largo de la vida, además de llevar una vida saludable, suelen retrasar más la pérdida de memoria al llegar una edad avanzada.
La recomendación no es que dejes de lado la tecnología, sería hipócrita de mi parte mientras escribo este artículo en Google Docs, reviso estudios en línea y veo mi serie favorita, sino que hagamos espacio para reunirnos con amigos a tomar un café, salir a ejercitar o disfrutar del aire libre, leer un libro y aprendernos de vez en cuando, alguna dirección o número teléfono con el fin de cuidar nuestra memoria y de paso, tener algunos otros efectos positivos en nuestra salud física, mental y emocional, ¿tiene sentido? Si la respuesta es no, pregúntale entonces a Alexa o a Siri…
Fuentes:
Oswaldo Xavier Baque Jiménez, Hugo Ernesto Solís Ferrer y Ángel Paulino Arcos Coba (2016): “La Tecnodependencia: ¿Libertad o Sujeción?”, Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, (julio-septiembre 2016).
Memoria de Trabajo y Aprendizaje: aportes de la neuropsicología, Magdalena Lopez, Pontifical Catholic University of Argentina, January 2011