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Arte que no decepciona en persona

El David (1504) de Miguel Ángel
Quizá la escultura más famosa del mundo, todo lo conocido en los libros sobre ella se magnifica al contemplarla sobre su pedestal en la Galería de la Academia de Florencia. El detallismo de todas sus partes, de su postura, de su mirada o de sus gestos deja estupefactos a los espectadores como la primera vez que Miguel Ángel, celoso de no mostrar sus obras antes de terminarlas, la descubrió por primera vez. La delicadeza absoluta a golpe de cincel desde todos los puntos desde los que se mire.
 
Mirador de Lindaraja en La Alhambra
Las ventanas bajas de este pequeño y hermoso rincón de La Alhambra tenían en su origen vistas a la ciudad de Granada. El huerto fue sustituido por el Patio de Lindaraja actual, que fue levantado cuando se construyeron las habitaciones para el emperador Carlos V. Es la única parte que se conserva de las dependencias del harén del sultán, donde no es difícil imaginar a las odaliscas como las imaginó Washington Irving en los 'Cuentos de la Alhambra', cuando se alojó a pocos pasos del mirador, precisamente en las habitaciones del emperador que rodean el patio al que abre sus ojos este escondite mágico.
 
Baile en el Moulin de la Galette (1876) de Renoir
Realizado en los primeros tiempos del impresionismo, la luz y el color crean una especie de imagen de caleidoscopio con personajes reales del ambiente del autor. Sus dimensiones considerables hacen que se aprecie con mayor nitidez y admiración su técnica novedosa y brillante. Color, luces, árboles y gente en el Museo D'Orsay de París. Realista y al mismo tiempo libre y moderna, una bofetada de pinceladas sueltas al academicismo que ha sido descrita como "la pintura más bella del siglo XIX".
 
El Beso (1908) de Gustav Klimt
Un óleo también pintado al pan de oro que brilla con la sensación de un buscador que encuentra una veta imponente del metal dorado en la Galería Belvedere de Viena. Inspirada en mosaicos bizantinos, el oro y las flores envuelven el amor en un encuentro sensacional con el espectador, que queda atrapado en la poderosa belleza de su simbolismo abrumador y pleno.
 
Busto de Nefertiti (1.345 a. C.)
La escultura de piedra pintada con estuco fue hallada en 1912 prácticamente intacta más de 3.200 años después de su creación entre los escombros del taller del escultor real del emperador Akenatón, el esposo de la representada. Las tres dimensiones de la figura constituyen una especialidad en el arte egipcio. Un ideal de belleza y una representación de la mujer egipcia como nunca antes se había visto. La mismísima Nefertiti en el Neues Museum de Berlín, que casi parece hecha por la tecnología y no por las manos virtuosas de un gran artista (Tutmose pudo llamarse) milenario.
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