Agradezco

Cada experiencia de la vida nos da una oportunidad para crecer

La belleza de la vida es el tiempo, que nos da amplio espacio para explorar, descubrir, equivocarnos y corregir el camino. Siempre me ha gustado andar a mi ritmo, aprovechar cada minuto al maìximo; hago muchas cosas y pareciera que vivo con prisa, pero en realidad vivo plenamente cada experiencia.

Asiì, hoy, quiero agradecer una situacioìn muy dura que atraveseì hace algunos meses. La agradezco porque descubriì mi capacidad de dar, de sentir y de confiar. Agradezco el aprendizaje, porque aunque hace algunos anÞos la inocencia quedoì atraìs, al diìa de hoy sigo descubriendo facetas de mi personalidad. Y siì, la ingenuidad es raro que prevalezca en la mediana edad, pero sigo confiando en las personas y su bondad como una ninÞa que se deja impresionar por la belleza de la vida.

Agradezco no el dolor, pero siì el crecimiento queì surgioì despueìs de este. Porque mi vulnerabilidad alberga una gran fuerza. Ahora seì que no siempre gana quien sale triunfante, quien no llora, quien tiene los muìsculos maìs firmes, sino quien tiene un alma sensible, capaz de dar amor, de sentir y de entregarse.

Agradezco a Dios por cada situacioìn vivida, porque entiendo que es su manera de pulirme, como quien perfecciona un diamante. Porque confiìo en Eìl y soy doìcil a su voluntad. Hoy puedo apreciar cosas que antes no veiìa, mis ojos observan con una nueva luz, aprecio mi crecimiento y veo que es tanto el amor que Dios nos tiene, que nos da una nueva oportunidad en cada diìa.

Quisiera aclarar una cosa: nunca se trata de la otra persona, la situacioìn externa, el entorno, ni siquiera el azar... todo eso es meramente circunstancial. Lo que de verdad importa estaì en el interior. Se trata de miì, de como interpreto lo vivido, de como asimilo las circunstancias, de coìmo Su plan es maìs grande que cualquier error. Agradezco lo vivido, porque es un regalo que Dios me enviìa y me permito recibir.

Quizaì decida apartarme del lugar o de las personas con quienes viviì esta experiencia, pero no por ellos, por el dolor, ni mucho menos amargura, sino porque entiendo que su misioìn ya terminoì... y desde el fondo de mi corazoìn la agradezco.

Ahora me siento libre para continuar mi camino, de volver a andar, y hasta de volver a equivocarme, porque al final, ahora puedo ver que no son errores... sino aprendizajes.

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