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Yo creo que las religiones murieron: Hugo Mujica

Agencia Reforma | 24/03/2023 | 07:43

El acto creador, esa chispa que da sentido a la vida, ha constituido una obsesión para el autor argentino Hugo Mujica (Avellaneda, 1942). Quizá mucho más.
 
 "A mí me importa la creatividad, ese momento en que de la nada aparece algo. Ésa es mi droga", define en entrevista el poeta, ensayista y sacerdote católico, de visita por el País.
 
 Sus palabras no deben tomarse como un mero lugar común, sino como un calificativo de alguien que de la mano de Timothy Leary, psicólogo estadounidense pionero del uso de sustancias psicodélicas, profundizara en los efectos del ácido en la creatividad. Esto en la década de los 60, cuando se dedicaba a la pintura.
 
 Y si bien la plástica sería pronto sustituida por la poesía, forma predilecta de Mujica para plasmar lo que acontece en él, en realidad ha explorado la creación desde manifestaciones como el performance, la ópera -ha escrito dos, y una se presentó en París- y, más recientemente, el teatro.
 
 "Fui muy feliz, muy feliz", responde el argentino a la pregunta de cómo fue incursionar por primera vez en las tablas, lo que ocurrió en 2018 con Sagrado bosque de monstruos, obra sobre Santa Teresa a la que el director Alejandro Tantanian le había invitado para hacer el coaching.
 
 Al final, la chispa entre Mujica y la protagonista, la actriz Marilú Marini, fue tal que el director decidió que quería mostrar eso ante el público. Y así sucedió, con el poeta y la intérprete charlando improvisadamente por media hora en el escenario del Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires.
 
 "Cuando la gente entra se cree que está viendo la obra, y no, está viendo un simulacro de un estudio de televisión, con las pantallas que nos están transmitiendo. Y en 52 noches improvisábamos media hora", refrenda el argentino.
 
 "Fue maravilloso. Y después yo iba a hacer algo con el director, pero ahí vino la pandemia, y se perdieron una estrella de Hollywood", bromea.
 
 De tal experiencia germinaría su libro Señas hacia lo abierto, Los estados de ánimo en la obra de Heidegger, presentado la semana pasada en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Una amplia reflexión sobre el asombro a partir de un cambio en el filósofo alemán, "el hombre con quien más tiempo he pasado en mi vida", enuncia Mujica.
 
 "Me interesó todo ese despojamiento de él de su propio pensamiento. Y se despoja del pensamiento a través de hacer todo otro camino que no es el del pensar las etapas y resolviendo problemas, sino el de las diferentes formas de sentir que tenemos.
 
 "Es todo un camino muy en contra y dando la espalda a Occidente, que siempre fue de resolver todo a través de la razón, y lo afectivo era lo que molestaba a la objetividad de la razón. Entonces, acá se recupera el cuerpo y el sentir", detalla el poeta y sacerdote.
De la vida, la religión y Dios
 Señas hacia lo abierto termina por ser una vía, a través del Heidegger más místico, de vuelta a la capacidad de asombro. ¿Asombrarse de qué?: "Del irrepetible milagro de estar vivos", diría Mujica a la agencia de noticias argentina Télam.
 
 "Creo que la crisis nuestra es de vitalidad, de no conectar con lo vital y conectar con la funcionalidad", opina ante REFORMA. "Hay algo que uno lo siente propio pero perdido, que es el simplemente vivir, en vez de funcionar".
 
 ¿La pandemia ha cambiado en algo ése ánimo frente a la vida?
 Masivamente, no. Ahora, singularmente, nadie sabe lo que pasa en el alma de alguien que le tocó estar confinado ahí. Estas cosas son difícil marcarlas: qué significó la soledad en la vida de cada uno.
 
 Aunado a ello, el argentino pone el acento en que en realidad "no es la primera vez que el mundo se termina", y usa como ejemplo a San Agustín escribiendo que el fin había llegado cuando cayó el Imperio Romano.
 
 "Muchas veces el mundo ha empezado y terminado", remarca Mujica, amigo del fallecido Ernesto Sábato, quien alguna vez calculó que la Tierra no sobreviviría más de 30 años (REFORMA, 22/05/1999), y casi parece estar atinándole.
 
 "Esto no es tan nuevo, y la pandemia no fue la peste negra. Murieron muchos, con todo respeto, pero no fue galopante que acabó con un tercio del mundo".
 
 Cuestionado sobre el papel de la religión en la contingencia, el sacerdote que al día de hoy continúa oficiando misa es enfático: "Yo creo que las religiones murieron; ahora escribimos la luz de estrellas muertas".
 
 Y agrega: "En Buenos Aires han entrado cuatro seminaristas para 8 millones que somos. Eso se terminó. Queda, y me parece bien que siga, gente arriba del barco mientras los demás se ahogan".
 
 ¿La promesa de vida eterna y recompensa para los buenos no ha funcionado como un paliativo en medio de la tragedia?
 Si es un paliativo, es falso; es haber metido la religión en el comercio. Creo que es el gran error del Cristianismo, el negociar: "Si aguantás esto, después se te va a recompensar".
 Trae un cierto consuelo. No es lo mismo morir pensando que vas a nada, aunque sea una narración, a pensar que te espera alguien. Digo, también hay una compasión en la mentira, en el mejor de los sentidos. Pero no, yo creo que eso se terminó, y que volvemos a lo que fue lo más prístino, que era la sorpresa ante la naturaleza, pero ahora ya no es la naturaleza sino es el cosmos.
 
 ¿No cree usted en el "más allá"?
 Yo creo en todo y no creo en nada. Yo relativizo, yo creo en las narraciones. A la vida la encantamos, hay que encantarla. (...) Te tenés que contar algo. Ser creativo es eso, y las narraciones sirven.
 
 Queda claro que a Mujica, quien estudió artes, filosofía, antropología y teología, en realidad no lo limita convencionalismo alguno; "eso te demuestra que la libertad la crea uno y no está puesta en los sistemas", sentencia.
 
 Ya en su momento ha dicho que "hay tantos dioses como gente que mira hacia Dios".
 
 En su caso, se alinea con la mística apofántica o la teología negativa, diciendo que Dios es nada.
 
 "En el Cristianismo existe el no poder hablar de Dios. Lo que pasa es que ganó el poder hablar de él porque es más fácil para divulgarlo", explica. "Dios es algo en lo cual perderse".
 
 Y, rechazando cualquier causalidad, apela a la carambola como teoría del origen.
 
 "Si estudiás el cosmos, es muy interesante: todo está hecho de choques de planetas. Nosotros tenemos cuatro estaciones en la Tierra porque vino un planeta y lo abolló. Es muy loco.
 
 "El cosmos es una conmoción de choques, y de ahí va saliendo todo", insiste, más cosmólogo que teólogo. "Nosotros mentalmente le vamos poniendo orden, que es una forma de narrarlo".
 
 ¿Para que nos sea soportable?
 Claro, porque moriríamos por exceso.
El poeta ¿místico?
 La visita de Mujica a México sucedió por el contacto con los académicos Margarita León Vega y Javier Elgueta Manso, abocados ambos al tema de la poesía mística.
 
 Para el argentino resultaría "un papelón y una vergüenza" considerarse un místico, tanto como si alguien se dijera un santo. Pero para los estudiosos es claro que, dadas ciertas condiciones, bien puede entrar en tal categoría.
 
 "Yo creo que, aunque él no lo quiera reconocer, sí es", sostiene en entrevista León Vega, doctora en letras al frente del proyecto Poesía y narrativa mística del siglo 20. "Porque, claro, lo místico es una experiencia interior".
 
 "Es una experiencia en la cual se anula la diferencia entre interior y exterior", complementa el propio Mujica, quien así parece haberlo vivido durante los siete años que guardó voto de silencio en un monasterio trapense, en Boston.
 
 "El silencio lo que te da es saber escuchar, pero no en el sentido burdo. Darte cuenta que todo es expresividad, y empezás a comulgar con todo", agrega el argentino.
 
 No recuerda con certeza qué fue lo primero que dijo cuando finalmente volvió a hablar; acaso un bonjour, pues ya entonces estaba en Francia. Lo realmente importante es que fue durante esos años silentes cuando comenzó a escribir. El impulso poético nació, precisamente, desde su interior.
 
 Tenía apenas 19 años cuando partió de Argentina hacia Estados Unidos, rehuyendo del servicio militar y de la insulsa vida como obrero en la fábrica de vidrio Cristalux, donde comenzó a trabajar a los 13 luego de que su padre quedara ciego a causa de un accidente.
 
 "Yo siempre me voy de las situaciones donde la vida ya no dispensa vida, y yo me asfixiaba en el mundo obrero. Me fui", recuerda quien ya en Estados Unidos lo mismo fue lavaplatos que fotógrafo, compartió los bares con Allen Ginsberg y los poetas beatniks, y hasta acudió al festival de Woodstock.
 
 "Yo me vivo mucho desde el lenguaje; o sea, primero yo nací, me dieron el nacer y la lengua materna. Después, me fui, y tuve que darme la vida a mí y conquistar un idioma, porque yo no sabía inglés. Y después voy al monasterio, y me aparece otro lenguaje, que es el silencio, y del cual nace el poeta", refrenda.
 
 Siendo esto así, parece válido preguntarse sobre si la poesía mística es irracional, no en un sentido peyorativo. A lo que León Vega responde que es más bien la comunión de la intuición con cierta forma de razón.
 
 "La mística no significa ser irracional, pero las premisas de las que parte son distintas a otros tipos de raciocinio", apunta la académica que en la reciente edición de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería presentó el título Mística y lenguaje poético.
 
 En todo caso, prosigue la investigadora, tal experiencia ha de ser mediada en algún punto por el lenguaje. De alguna forma es como la experiencia estética; es decir, parecido a ese momento de arrobo delante de una obra, fenómeno inefable en sí mismo, que después pasa por la razón.
 
 "Pero primero pasa por el ser, por uno mismo. Si no, el arte no nos dice nada", señala León Vega. "La poesía que es poesía, el arte que es arte, es la que nos pega, nos golpea, nos dice algo de nosotros mismos".
 
 "(La mística) es suprarracional, desborda la razón", dice, por su parte, Mujica, refiriendo que tal conmoción no es susceptible de entrar en las palabras.
 
 "Ese desborde es precisamente la posibilidad de crear. Y por eso hay que recurrir a la poesía y no a la filosofía, porque la poesía transgrede la gramática, que es la prisión que tenemos como cómplice de la razón", finiquita el poeta y sacerdote.