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¿La solución es reformar?

José Luis Solís Barragán | 04/02/2023 | 16:09

En un país tan polarizado como el nuestro, la sociedad por momentos puede perder toda noción de unidad y de coincidencia entre ellos, pareciera que nada tenemos en común pese a compartir una identidad con nuestro país y sus habitantes.

 

Este clima de polarización y la necesidad apremiante de una clase política para exaltar supuestas diferencias irreconciliables deben sepultarse para el resurgimiento de una nación más justa, igualitaria y fuerte; y que mejor fecha que en el aniversario de nuestra constitución.

México como Estado contemporáneo surge del movimiento social de la revolución, la gran desigualdad que reinaba durante el porfiriato hicieron mella en una sociedad que se sintió abandonada por un Gobierno que vivió al margen de la constitución.

 

Muchas demandas sociales encontraron causes de resonancia en la llamada “bola” de la revolución, la revuelta sacudió los cimientos del país y obligaron a buscar un nuevo “pacto social” que pudiera contener los mínimos indispensables que mostraran que la Ley era producto de un movimiento social de alto espectro.

 

En 1917 después de un amplio debate en el seno del poder constituyente, se logra materializar la constitución que le da vida al nuevo Estado, una legislación de vanguardia y que nos debe llenar de orgullo como mexicanos, por ser la primera en el mundo que contenía las llamadas garantías sociales.

 

Después de años de la opresión a los grupos vulnerables, la constitución diseñaba un Estado que pudiera tener la solidez para garantizar un mínimo de bienestar a la población, un texto que protegiera a nuestra clase trabajadora y a los campesinos, que permitiera el libre mercado, pero garantizara la soberanía de la nación.

 

Si bien es cierto se debe reconocer este gran logro y debemos sentirnos orgullosos del texto jurídico que le da vida al Estado mexicano, surgen grandes dudas particularmente el cuestionarnos respecto ¿Qué tanto hemos logrado para garantizar ese mínimo de bienestar a toda nuestra población?

 

De nada sirve un texto jurídico si este no tendrá aplicabilidad, si sus supuestos no encuentran forma de materializarse y si sus aspiraciones no logran encontrar espacios para realizarse, es aquí donde el sentimiento de orgullo no alcanza para cambiar una realidad que aflige a millones de mexicanos. 

 

Desde 1917 la idea de ayudar a los grupos más vulnerables se aparece con frecuencia en los discursos políticos, y con ello la pretensión de “robustecer” la constitución para lograr ese país más justo y menos desigual del que los gobernantes sostienen que sueñan cada día.

Hemos avanzado del famoso “la solución somos todos” de José López Portillo, al “por el bien de todos, primero los pobres” de Andrés Manuel López Obrador, sin dejar atrás el “bienestar para la familia” de Ernesto Zedillo y el “unidos para progresar” de Carlos Salinas de Gortari, sin que ello haya logrado garantizar el pleno bienestar de nuestra población.

 

Aquí nadie dice que las cosas no han cambiado del porfiriato a nuestros días, pero la brecha de desigualdad y los pendientes para garantizar un mínimo de oportunidades para todos los mexicanos, siguen presente y nos golpean en la cara ante la imposibilidad de cambiar las condiciones de vida, de más del cincuenta por ciento de la población.

 

En este 5 de febrero que se conmemora la promulgación de nuestra constitución, por supuesto que debemos sentirnos orgullosos, pero no podemos perder de vista que aún hay muchos grupos para quienes la revolución no logró un cambio sustantivo, así que por ellos vale la pena seguir rumbo a la verdadera materialización de nuestro texto constitucional. 

 

Más de 700 veces hemos reformado la constitución, más de 200 Decretos con cambios a sus artículos, y hasta hace poco había quien sostenía que debíamos ir por un nuevo texto jurídico, pero quizás no todas las respuestas están en hacer reformas, sino no más bien en el fortalecimiento del Estado, para hacer realidad los anhelos de los constituyentes de 1917.