Tras la tormenta eléctrica que padecimos el domingo. O, para ser precisos, tras padecer las consecuencias de la tormenta eléctrica del domingo, preguntamos si el gobierno estatal, y desde luego, los gobiernos de San Luis y Soledad, están preocupados.
Y es que el discurso político es risueño; el discurso sigue pintando un futuro halagüeño. El discurso político sigue definiendo a San Luis como un oasis en la República, se sigue vendiendo la idea de la ubicación estratégica, de las equidistancias, de lo bueno que resulta para los negocios, para las inversiones; de la mano de obra de calidad (y sumamente barata); de la seguridad con que contamos, de la creciente infraestructura…
¿Infraestructura? Cada año o, mejor cada vez que llueve, la ciudad se torna caótica, y no sólo la ciudad, la conurbación con Soledad, con Mexquitic… cada que llueve se anegan calles y avenidas; se inundan las zonas habitacionales; cada que llueve se inundan grandes partes de la zona industrial, cada que hay una tormenta eléctrica (con granizo) conocemos cómo las tiendas departamentales, esas que se han instalado en las periferias sufren inundaciones y ven cómo sus frágiles tejados (hechos, calculados para el semidesierto) se rompen con el primer granizo, cómo se pierde la mercadería en el contacto con el agua y con las aguas negras.
Cuando los inversionistas se den cuenta de esto, que la ciudad se inunda con el primer salivazo del cielo, y que el agua de lluvia cae para presionar las redes de drenaje, para revolverse con esta agua pestilentes y peligrosas que, juntas, revueltas esta agua, saltan desde las alcantarillas, lo mismo en el centro de las calles que al interior de las viviendas, de las oficinas, de los comercios, de las fábricas… ¿sostendrán sus ofertas de inversión? Francamente creemos que no, que lo pensarán más de dos veces y, si llegan a sostener su oferta será solamente porque se llevarán la tajada del león: el perdón de impuesto, los predios de regalo y hasta “incentivos” económicos. Si este es el caso, la sociedad saldrá –ya se sabe– perdiendo.
Pero hay quienes entre los servidores públicos se felicitan por los sucesos del domingo, como es el caso del alcalde soledense (en español: soledense, en vasco: soletense), quien salta de alegría porque el domingo su municipio recibió tal cantidad de metros cúbicos de aguas putrefactas que los cultivadores de alfalfa sabrán aprovechar.
Los inversionistas, al conocer esto, quizá condicionen al gobierno, el compromiso de que se les suministre puntualmente agua de Evián, y que los frutos, verduras y legumbres se exporten de Estados Unidos o de algún otro país a salvo de las aguas negras.
Y no se crea que se trata de una broma; que se trata de una liviandad en la escritura, de un ocio opositor, por la oposición misma que siempre, por ser tal, será ociosa e improductiva. ¿Usted pondría su dinero en San Luis, todo su dinero?
Tampoco los inversionistas invitados, a menos que se les garantice al cien por ciento que ellos, al menos ellos, no serán afectados; de otra manera, imposible. Pero, además, ¿Cree usted que estos inversionistas subirán todos los huevos a la canasta potosina?
Lo mejor: corregir los yerros, analizar la situación, buscar mejorar la infraestructura, con una visión de mediano y largo plazos y, para esto, tenemos que empezar por lo más elemental: reconocer lo que está mal. Este es el punto de partida. No fue la tormenta eléctrica la responsable de las inundaciones (ni el cambio climático), fue el mal diseño de la nuestra ciudad, la obsolescencia de la infraestructura que, osadamente, pensamos que durará por siempre.