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Un país polarizado

José Luis Solís Barragán | 06/12/2022 | 00:19

La sociedad de los países debe partir del supuesto de que existen coincidencias entre los individuos, una historia en común, una lengua o idioma, u otras más, pero debe existir un elemento de pertenencia con el Estado en el que se desarrollan.

 

Desgraciadamente en algunos momentos las coincidencias que debieran unir a la sociedad quedan difuminadas ante un clima de polarización, en que la intolerancia se convierte en el elemento central de los asuntos públicos.

 

La polarización no lleva a las naciones a un buen puerto, los discursos de racismo, clasismo, xenofobia terminan por beneficiar a unos cuantos, pero pueden llevar a los Estados a un abismo del que salir no será nada sencillo.

 

Ejemplos podemos encontrar muchos el discurso de Hitler contra los judíos culminó en la II Guerra Mundial, la polarización vasca en España permitió la radicalización del grupo denominado ETA, entre otros casos que podríamos mencionar.

 

Así mismo la polarización ha permitido la caída de sistemas democráticos, la clase política y la sociedad se radicalizan y el Gobierno en turno asume la necesidad de contar con mayor poder para estar en condiciones de gobernar y ante está nueva realidad las reglas democráticas les estorban y tienden a suprimirlas paulatinamente.

 

La polarización social no es un fenómeno que crezca de la noche a la mañana, es una situación que se va dando de forma paulatina y es alimentada por muchas situaciones y en gran medida a los fracasos gubernamentales.

 

En Estados Unidos Donald Trump fue un candidato que construyó un discurso derivado de reclamos sociales de muchos años, representa a un sector social que había permanecido en cierta quietud, pero que ante el crecimiento del candidato fue encontrando causes de manifestación de sus ideas que llevaron a que no sólo esos sectores creyeran en lo “benéfico” de su proyecto.

 

Estados Unidos quien se muestra así mismo como eje de la democracia y la libertad mundial cayó ante las garras de la polarización, con la llegada de Trump los discursos racistas se hicieron aún más evidentes en la sociedad, sus instituciones democráticas se vieron en jaque y pese a que no alcanzó la reelección ya se presenta como una opción real para regresar al poder.

 

Con ello lo que se quiere decir es que no hay país que pueda asumir que se encuentra vacunado contra la polarización, no hay remedio perfecto para evitar que este fenómeno se incruste en las instituciones, en la clase política y la sociedad, por lo que es fundamental que como Estado se revise de forma permanente el fenómeno.

 

México no se salva de este fenómeno, vivimos un país polarizado y que cada día como Estado en lugar de acercarnos a puntos de coincidencia, pareciera que buscamos los puntos que nos separan, cada paso que se vive en la democracia mexicana nos marca con profundidad nuestras diferencias.

 

Hemos sido testigos en las últimas semanas de dos manifestaciones diferentes, en ambos casos encontramos calificativos de unos contra otros que deben preocuparnos porque quiere decir que la intolerancia se esta imponiendo sobre el interés colectivo.

 

La polarización en México no nos engañemos pensando que nació en el 2018, tenemos más de una década arrastrando este fenómeno que sin duda hoy queda más evidenciado, pero del que todos somos responsables. 

 

Salir del clima de polarización no será cosa sencilla, se requiere un esfuerzo conjunto de la sociedad, el gobierno y los liderazgos políticos, se requiere prudencia y mesura, pero sobre todo entender que el valor de ser mexicanos pesa más que cualquier triunfo electoral.

 

Veámonos en el espejo de otros países que han caído en el abismo de la polarización, veamos el riesgo en que nos encontramos y sólo así quizás logremos hacer conciencia de que esté no es el país que queremos para nosotros, ni para las futuras generaciones.