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Las múltiples vidas de Federico Silva

Agencia Reforma | 01/12/2022 | 10:22

Desde la tranquilidad de La Estrella Vieja, ese rancho de 10 hectáreas en Tlaxcala en el cual anhelaba perpetuarse, un nonagenario Federico Silva sostendría alguna vez: "He vivido varias vidas".
 
 Todas con la misma inquietud y voluntad por hacer cosas "y continuar en la brega", diría el artista plástico, quien así persistiera aún casi rayando la centuria, involucrado en la curaduría de su última exposición en el Museo del Palacio de Bellas Artes, Lucha y fraternidad: El triunfo de la rebeldía, título que él mismo eligió.
 
 Una muestra retrospectiva de la larga e imprescindible trayectoria creativa de Silva, cuyo sorpresivo fallecimiento a los 99 años, anunciado por las autoridades la madrugada del miércoles, convirtiera la inauguración en un homenaje póstumo de cuerpo presente. Y, acaso, el umbral de su siguiente vida.
 
 "Lo vamos a homenajear, haciendo que su vida continúe a través del arte", expresó por la mañana la titular del INBA, Lucina Jiménez, en la apertura de la exposición. "El maestro Silva vive en su arte y vive en la construcción de esta mirada que nos regala al público, al pueblo de México, como era su compromiso".
 
 "Él tenía muy claro que nosotros trabajamos para los demás, o sea, para el pueblo, no para un funcionario", coincidió en entrevista el artista sonorense Manuel Hernández "Hersúa", amigo de Silva y colaborador en diferentes proyectos, incluida la creación del Espacio Escultórico en Ciudad Universitaria.
 
 Tal filosofía parece haber sido alimentada directo del muralismo por un joven Silva, creador autodidacta originario de la Ciudad de México y pieza clave de la generación de La Ruptura, quien comenzara como asistente de David Alfaro Siqueiros.
 
 "Toda esta parte de hacer un arte público creo que lo aprendió con los muralistas, y lo retoma en sus esculturas posteriormente", apuntó a REFORMA la curadora e investigadora Lorena Botello, estudiosa de Silva que contribuyó con un texto al catálogo de la retrospectiva en Bellas Artes.
Encuentro con la escultura monumental
 A decir de la también jefa del Centro de Documentación del Museo de Arte Carrillo Gil, recinto donde Silva tuviera una exposición a finales de los 70, el trabajo más importante del artista tendría lugar la década siguiente, los 80, con esa escultura monumental y en diálogo con la arquitectura, que reflejaba "el lenguaje que él encontró para comunicarse con el medio del arte y con la gente en México".
 
 "Él empieza a desarrollar su lenguaje artístico propio a partir de una serie de investigaciones sobre arte cinético y sobre arte prehispánico, para encontrar soluciones formales para su trabajo y experimentar", expuso Botello.
 
 "Para mí, este periodo fue el más prolífico de Silva, sin duda un referente para los artistas contemporáneos de México", agregó, y luego ampliaría: "Es un artista central para entender no sólo la escultura; en general, es una figura clave en el desarrollo del arte contemporáneo en México".
'Amplió el vocabulario de la escultura'
 Además del sentido social del arte público, el quehacer de Siqueiros terminaría también por influir en ese carácter experimental del precursor del arte cinético en México y futuro Premio Nacional de Ciencias y Artes 1995, a percepción del escultor Pedro Reyes.
 
 "Es precisamente esa fascinación que tenía Siqueiros por la técnica, por las pistolas de aire, por las proyecciones, por la poliangularidad y todo eso, lo que motivó a Silva a cambiar los pinceles y los cinceles por las pinzas y los destornilladores", opinó Reyes en entrevista, quien reconoce en el fallecido artista el haber agregado, a través de diversos materiales y formas, una cuarta dimensión a la escultura: el tiempo.
 
 "A mí me resulta muy inspiradora su figura, porque si bien él tiene una identidad muy mexicana, también tuvo este entendimiento de la ciencia y de la física como alimento creativo para expandir nuestro entendimiento de lo que es la escultura", resaltó. "El amplió el vocabulario de la escultura al darle esa cuarta dimensión que es el tiempo".
 
 Siempre en proceso de búsquedas -"yo no me he estacionado nunca en los éxitos; cuando he tenido un éxito es porque allí he concluido una etapa", aseguraría-, el láser y hasta lo digital no serían ajenos a Silva, también académico de la UNAM y poseedor de una mitológica visión poblada por chaneques, aluxes y nahuales.
 
 "Yo creo que es el que más ha profundizado en ese mundo prehispánico, y es su aporte para el pueblo y para cualquiera", insistió Hersúa, a quien Silva invitara en 2013 a exponer en el museo que lleva su nombre en San Luis Potosí. Ahí, a través de una carta, apelaría a "reforzar la tradición del gran arte de México, hoy dañado y confundido por la corrupción glamorosa de un arte mercantil y cortesano".
 
 "Siempre manifestó públicamente que a él no le importaba, que su trabajo no lo desarrollaba para venderlo en galerías o para proyectarse internacionalmente", remarcó Botello. "Que él quería hacer una propuesta, y su trabajo era para los mexicanos. En ese sentido, es un arte nacional".
 
 Un revolucionario, lo calificó Reyes, tanto en el sentido ético como en el plástico, y a quien "es muy importante reclamar su posición en la historia, y que sepamos que desde México se estaba haciendo un arte totalmente vanguardista".
 
 "Este día triste es motivo para empezar a revisar al artista, porque sin duda hay mucho que investigar todavía de él", concluyó Botello.
 
 Así, si bien la vida material del artista podrá haber cesado, una nueva, la siguiente de todas esas que le tocó vivir, aún es posible.