Mesas de picnic con parasoles, unas hamacas, música africana que suena desde un bus-tienda que funciona con energía solar y unos cubículos de madera con las instrucciones para reciclar, es el ambiente creado por la empresa Kaya Unite para amenizar el punto de recogida.
“El manejo y reciclaje de textil en Chile es muy incipiente. Hay muy pocos actores y alguna que otra campaña fugaz, pero este punto limpio trata de ser una iniciativa más constante”, señala Nicolás Calderón, responsable de Comunicación de Kaya Unite.
La alcaldesa de la comuna, Daniela Peñaloza, sostiene que “lo que se viene ahora es un cambio conductual y de hábitos y, en ese compromiso, estamos abanderados fuertemente”.
Según la ONU, la industria textil y de la moda es la segunda más contaminante del mundo. Chile es el país de Suramérica más consumidor de textil per cápita y el primer importador de la región.
"QUE NADA TERMINE EN VERTEDEROS"
“En casa reciclamos casi todo, pero en mi edificio no hay reciclaje textil, por eso vengo acá a dejar la ropa que nos queda pequeña o que ya no utilizamos para que le puedan dar otro uso o reciclar”, dice Francisca Zapata, vecina del sector.
El espacio de recogida, ubicado al lado de un punto verde que recicla distintos materiales, admite prendas de todo tipo –excepto ropa interior, sucia o complementos– que los monitores de Kaya Unite clasifican para ser reutilizadas o bien para transformar en hilado.
Buena parte de la ropa va a parar a Ecocitex, una empresa creada en 2020 y que se encarga tanto de revenderla como de convertirla en lana reciclada o relleno textil para sillones o sacos de box, entre otros.
“El objetivo es darle el mejor uso a cada prenda y que nada termine en la basura o en vertederos”, cuenta la fundadora de la empresa, Rosario Hevia.
En el desierto de Atacama, en el norte de Chile, se encontraron verdaderos basurales clandestinos de desechos textiles que contaminan y alteran el medioambiente y ecosistema de la zona.
APORTE MEDIOAMBIENTAL Y SOCIAL
“Separamos la ropa por color, la cortamos, la desmenuzamos y queda con apariencia de vellón textil. Este se carda, es decir, se le peinan las fibras para luego convertirlo en filamentos que se llaman canelos. A estos después, se les agrega torsión y se genera el hilado de ropa reciclada”, cuenta Hevia.
Además de la contribución medioambiental, el proceso tiene un claro enfoque social y comunitario: son mujeres privadas de libertad o en proceso de reinserción social quienes están a cargo de la selección por colores, para que el tono final de la nueva tela sea más atractivo.
Según Ecocitex, procesar una tonelada de ropa en su fábrica ahorra 4,8 toneladas de carbono. Kaya Unite también calculó su aporte ecológico y, según sus estimaciones, evitó que cerca de 880 kilos de tejido terminen en vertederos. De éstos, aproximadamente, 280 se transformaron en lana, por lo que -calculan- se mitigaron 1,6 toneladas de carbono.
PAGAR PARA RECICLAR
“Somos de las industrias más contaminantes del planeta, por lo tanto, más allá de decir que podemos ser sustentables nos gusta actuar y hacer cosas”, subraya Nicolás Calderón.
Para Rosario Hevia, hoy estamos en “un punto de inflexión” porque se habla del reciclaje textil y de cómo aportar a la sustentabilidad del planeta. Sin embargo, lamenta que ni empresas ni particulares estén dispuestos a pagar para reciclar, un proceso que “no es barato y conlleva mucho trabajo”.
“Si bien sabemos que a nivel mundial el problema de la ropa y del desecho textil genera mucha contaminación, la disposición a pagar es muy baja”, lamenta la emprendedora. Para ella, cada vez será más necesario sumar al precio de la ropa nueva el costo de su reciclaje: “Estamos acostumbrados a que la basura se bote y sea gratis”, cierra.