Miércoles 24 de Abril de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

La Incertidumbre de los priistas

José Luis Solís Barragán | 17/10/2022 | 11:34

El Partido Revolucionario Institucional nació en 1929 como una herramienta del poder para institucionalizar la forma en que se ascendía en la escala hacia la máxima magistratura del país, fue un diseño institucional vertical que permitía disciplina, lealtad y subordinación.

 

Fue un partido que nació al servicio poder, por lo que gran parte del siglo pasado se convirtió en un partido de Estado, una fuerza política preponderante que obedecía solamente a los designios del Tlatoani en turno, por lo que es difícil encontrar momentos de vida propia del PRI.

 

Esa relación enfermiza garantizó por muchos años la estabilidad política del país, pero el partido padeció las facturas pendientes que generaba ese servilismo, los cambios económicos de Miguel de la Madrid, la reformas a la modernidad de Carlos Salinas, y las reformas democráticas de Zedillo no hubieran logrado materializarse sin el PRI, pero ello lo llevo a convertirse en el saco de boxeo de los presidentes.

 

La simbiosis partido-gobierno entró en crisis con la alternancia política del 2000, pero aún ahí hay muchas historias que vinculan la llegada de Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo a la Dirigencia del Partido con el ocupante de los Pinos en turno y pese al acuerdo logrado, el PRI lo rompió para conveniencia de su dirigente.

 

El 2006 no fue afortunado para reinstaurar la relación PRI-Gobierno, pero los cuestionamientos electorales a Felipe Calderón forzaron la construcción de canales comunicantes con una la única oposición con la que podría transitar, es decir el PRI, ello empoderó a personajes que generaban una interlocución permanente, tales como Emilio Gamboa, Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes y el propio Enrique Peña Nieto.

 

Doce años después de la alternancia el tricolor regresaba triunfante a Palacio Nacional, en los discursos incluso se hablaba de olvidar la errática política de la “sana distancia” entre el poder y el partido, pero en poco tiempo los escándalos gubernamentales impidieron que el PRI prolongara su estancia en el poder.

 

Esta historia de esta relación tóxica toma relevancia si se considera que el 2018 descolocó al PRI, los separó nuevamente aquel a quien estaba acostumbrado a servir, y no es que el partido no buscara interlocución con el poder en turno, simplemente que para el lopezobradorismo el priismo no tenía razón de supervivencia, si el propio MORENA podría consumirse los restos que quedaban del dinosaurio.

 

Esta embestida contra el PRI fue debilitándolo sobremanera, primero por aquella pesada loza que cargaban después de tantos escándalos de corrupción descubiertos, pero a ello se debe sumar un presidente que plantea que su partido llene el hueco que el PRI dejaría al desaparecer.

 

Esta vulnerabilidad mayúscula que vivía el PRI lo hizo refugiarse en una alianza opositora, una estrategia que le permitió sobrevivir aun pese a las dificultades económicas y políticas que atravesaban, pero el PRI pronto mostró el cobre.

 

Desde la reforma eléctrica había voces que desconfiaban de la palabra dada por el PRI, sin embargo, cumplieron la promesa de sostenerse en la alianza opositora, pero cuando el poder reclamó a su antiguo sirviente mediante presiones, el PRI regreso a su tóxica relación.

 

El PRI hoy se debate en la incertidumbre de ser rehén del poder a quien tantos años sirvió, o de buscar una vida propia que implique la construcción de una nueva imagen en la que su palabra valga, pero mientras el PRI viva en incertidumbre, sin duda los mexicanos tenemos la certeza de que el tricolor no es una opción en quien confiar.

 

Hoy el PRI antes de continuar en la carrera presidencial deberá contestar una sencilla pregunta: ¿A cuál amo piensa servir está vez? ¿Al poder o a sus militantes?