Miércoles 24 de Abril de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Libre de mentir

Dr. Eugenio José Reyes Guzmán | 12/10/2022 | 07:56

El fin de semana pasado más de 1,000 personas hicieron cadena humana afuera del Parlamento británico en protesta por la inminente extradición del enemigo público de EUA Julian Assange. Resulta que el fundador de Wikileaks es investigado en los Estados Unidos por haber publicado en 2010 más de 700,000 documentos confidenciales concernientes a la participación del ejército norteamericano en las guerras de Irak y Afganistán. Lo curioso es que la acusación no es por haber mentido sino por haber publicado la verdad. Es irónico ya que el libre acceso a la información está garantizado en la Ley de Libertad de Información (Freedom of Speach Act) que dispone: “Toda persona tiene derecho a ella con fuerza ejecutoria judicial”, claro está, salvo los casos en que el Tío Sam considere lo contrario. Ni hablar, tarde que temprano, la verdad saldrá a la luz como sentenciaba Sir Francis Bacon: “La verdad es hija del tiempo, no de la autoridad”.

 

Otro ejemplo de censura a la información es el que persigue el gobierno de México por los 6 terabytes de correos electrónicos y documentos militares expuestos por un grupo de hackers autoproclamados “Guacamaya Leaks”. Por supuesto, la cantidad de información “confidencial” es mayor a la de los llamados “Panama papers” y tres veces más abundante que los secretos del mundial exhibidos en los “Pandora papers”. Más allá de sondear si la data pondrá en jaque a la Secretaría de la Defensa Nacional al mostrar sus negociaciones con políticos, narcotraficantes y con la familia del presidente, el asunto es si el pueblo de a pie tiene derecho a saberlo. Nuevamente, si la noticia extraída es veraz y los números y datos son contundentes, ¿será correcto impedir que salga a la luz pública?, ¿hasta dónde pudiera considerarse un tema de “seguridad nacional” evidenciar la rampante corrupción? 

 

El otro lado de la moneda es cuando la información no es cierta, válida o pertinente. Al respecto, en un discurso ante Naciones Unidas, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Arden, propuso filtrar lo que se dice y publica. Pero, a diferencia de quienes quieren silenciar a Assange y a las Guacamayas por evidenciar los hechos, su reclamo es contra quienes arbitrariamente engañan a las personas con información falsa y sin argumento alguno. Qué curioso que lo diga una política ya que son justamente los de su estirpe quienes tienen fama de decir las mentiras posibles y solo la verdad solo cuando les es necesario. Así es, en un artículo anterior intitulado “La verdadera mentira” señalé que mientras un ciudadano promedio miente 2 veces al día, el expresidente Trump lo hizo 20 tantos durante su gobierno y el actual electo mexicano espeta 78 falacias diarias. Lo cierto es que las falsedades, engaños o verdades etéreas, tristemente parecen ser ubicuas y perennes. 

 

En el caso de ideologías premeditadamente engañosas, so pretexto de la “libertad de expresión” y el “derecho a la información”, muchas personas las defienden a capa y espada. Debo insistir y subrayar lo que decía Cicerón en el siglo II: “La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”. Tal cual, tan malo es ocultar la verdad de los “leaks”, como dañar con infamias, difamaciones y datos fraudulentos.

 

Volviendo a la conferencia de la lideresa Arden, ella llamó a las mentiras como una “peligrosa arma de guerra que amenaza con llevar al mundo al caos”. Más allá, invitó a los líderes nacionales a desarmar el arsenal de mentiras recurrentes e insolentes. Como ejemplo de desinformación mencionó el cambio climático donde quienes no lo quieren asumir como problema propio, tienden a satanizar a los ambientalistas. Francamente no estuvo sola en su llamado a hablar con la verdad y de alguna forma limitar a quienes engañan deliberadamente, pero también es cierto que muchos se le echaron encima. Parece ser un tema sensible y singularmente polémico.

 

Considerando lo fácil que es ventajosamente seducir al pueblo, tal vez sí debería de haber algún tipo de filtro, compás moral, pauta o regla que regule a embaucadores. Ante ello, una frase pertinente del pensador francés Denis Diderot advierte: “Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga”. En fin, creo que siempre habrá que recordar lo que dijo Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.