Jueves 28 de Marzo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

La soledad de palacio

José Luis Solís Barragán | 08/10/2022 | 10:23

A lo largo de la historia del sistema político mexicano, algunos autores buscaron encontrar una forma de entender el mito que rodea la figura de los tlatoanis, el poder que concentran, pero también su forma de pensar, motivaciones e incluso filias y fobias personales.

 

Por mencionar algunos podemos señalar a Carlos Loret de Mola y sus libros “mil días de Quetzalcóatl” y “el juicio”, en el que el Dios prehispánico se hace presente en Palacio Nacional y le exige cuentas a José López Portillo al intermedio y al fin de su mandato.

 

Otro texto bastante ilustrativo es él de “si el águila hablara” de Miguel Alemán Velasco, en el que hace posible catalogar cada uno de los años que dura la administración con algún síndrome que padezcan los presidentes, síndromes que van desde sentirse Santa Clos hasta sentirse nominado al premio nobel y la incomprensión de que las según ellos son objetos.

 

Por último, podríamos recordar el libro “el gran solitario de Palacio” de Rene Avilés, en que el con su propio título es posible imaginar que detrás del poder que recae en sus manos, la soledad es el gran tormento que lo acompaña en su transformación sexenal.

 

 Este texto de Rene Avilés podría ser sin duda el símil perfecto de lo que está sucediendo hoy en el antiguo Palacio de los Virreyes de la Nueva España, es decir un hombre con un poder concentrado con el paso de los cuatro años de su administración, que con orgullo señala ser uno de los mandatarios más populares del mundo y que le restriega a la oposición sus datos de aprobación, pero se ve cansado y sólo.

 

La soledad del Palacio no sólo radica en las grandes murallas que separan la realidad del inquilino con el día a día de los habitantes del país, sino que además se encuentra cooptado por sus allegados que están dispuestos a vender espejismos con tal de seguir siendo parte del proyecto; y a ello se debe sumar la soledad que genera el saberse que en poco tiempo deberá salir de la fortaleza que por años lo ha protegido.

 

La soledad de Palacio es también el temor constante de sentirse traicionado, de que ni en su sombra puede confiar; es sentirse el hombre más poderoso del país, pero a la vez el más vulnerable porque muchos esperan con ansias el fin de su mandato para ocupar su lugar y tal como reza el dicho popular: “muerto el rey, viva el rey”.

 

La soledad de Palacio lo hace sospechar de todos, incluyendo los colaboradores más cercanos que lo han acompañado a lo largo de su historia política, es sentirse utilizado y no poder distinguir entre el amigo personal y el amigo del Presidente.

 

La soledad de Palacio lo hace distante con sus cercanos y cada día lo alejará más de sociedad a la que dice deberse, la soledad puede transformar y hacer que los fantasmas que moran ese Palacio le exijan cuentas por sus fracasos y le minimicen sus logros.

 

Todos los titulares del Ejecutivo tanto Federales como locales han sido víctimas de la soledad del Palacio, todos han sido presa de la vulnerabilidad del fin del mandato y para López Obrador no está siendo la excepción y eso quedó en manifiesto en la falta de cortesía que tuvo hacía aquella funcionaria que no sólo aportó votos a su proyecto, sino que ayudó a dibujar una imagen diferente de Andrés Manuel con aquellos sectores que le tenían pavor.

 

Andrés Manuel puede estar sintiéndose solo, al saberse expuesto por las filtraciones del hackeo, por las controversias jurídicas que empiezan a caer y los condenan al pago de dinero, por la tensión de la relación comercial con EUA, por aquellos proyectos que no se materializan y porque no decirlo, por la sucesión que él mismo decidió abrir antes de tiempo.

 

El problema es que la soledad aterra a muchas personas, aquí la gran duda ¿cuáles pueden ser las consecuencias sí el Presidente entra en pánico ante la soledad que él mismo ayudó a construirse?