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Sin esperanza alguna

Dr. Eugenio José Reyes Guzmán | 28/09/2022 | 23:35

El ser humano es el único ser viviente que puede comprender su existencia proyectándose en el futuro. Es cierto, toda vez que nuestro cerebro esté vivo y el corazón palpitando, tenemos oportunidad de soñar, crecer, ser mejores y anhelar un futuro promisorio. Así es, desde un enfoque multifactorial y en una compleja e injusta lotería geográfica, social y genética, hay personas que nacen con todo a su favor y viven como el rico Epulón. Pero tristemente hay millones en los primeros peldaños de la escalera de las oportunidades y experimentan graves cuitas, pingues amenazas recurrentes y todo tipo de vejaciones. Pues bien, en forma inmisericorde y en pleno siglo XXI, hay países donde sus habitantes perciben su existencia sin sentido y peor aún, sin esperanza alguna.

 

Al respecto, la semana pasada durante la sobremesa, la directora general del World Trade Center Santo Domingo, Melisa Martínez, sentidamente compartió con los comensales la desesperanzadora situación que viven los haitianos dentro y fuera de su país. Esa nación subsiste con el 60% de sus pobladores siendo pobres y el resto sobreviviendo en miseria extrema. Su angustia es tal que se están alimentando de los antes abundantes perros y gatos callejeros. Más aún, tienen la práctica de la geofagia o alimentación de una combinación de grasa, sal y una arcilla rica en minerales a la cual llaman “galettes”. Al escribir estas líneas no puedo evitar sentir una profunda pena por una nación que en algún momento de su historia fue la principal productora de azúcar del mundo y ahora es un desastre humanitario y el país más pobre del continente.

 

Hablando de ello, la historia de ese país revela parte de su atávica precariedad. La antigua isla La Española, ahora Haití y República Dominicana, fue el primer territorio español del Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón en 1492. Por azares del destino, a raíz del hallazgo de oro en México, esa isla dejó de tener tanta importancia para España y Francia aprovechó ese vacío de poder. Después de varias guerras, España cede en 1697 la parte occidental de la isla a los franceses. Fue entonces cuando los galos llevaron alrededor de 800,000 esclavos negros y por su inhumana explotación, se convirtió en la colonia más rica del mundo. Como comentario al margen, a EUA fueron llevados menos de la mitad de cautivos negros, mismos que hoy en día suman 50 millones, mientras que la población total de Haití son solo 11 millones. Pues bien, con un 90.7% de su población privados de su libertad, Haití logra su independencia de Francia en 1801 convirtiéndose en la primera república “negra” y la segunda nación emancipada en América.

 

Haití comenzó su autodeterminación a un alto costo pues ninguna nación, instigadas por el norteamericano Thomas Jefferson, quiso reconocer su independencia y no fue hasta 1823 que lo hiciera Francia condicionado a un pago de 150 millones de francos-oro. Con ese “hándicap” a cuestas, su historia económica inició con una carga financiera y continúa taciturna hoy en día por sus pocos ingresos y menos oportunidades, su ingente dependencia de dádivas del exterior y por su consabida corrupción.

 

A lo anterior habría que sumarle que la nación negra experimenta un perene estado de reconstrucción por sus constantes inundaciones, huracanes y terremotos. Solo en los últimos 30 años ha sido azotada por 6 huracanes. Más aún, para el año 2010 por una sobreexplotación de monocultivos, se estima que el 98% de su territorio estaba deforestado.

 

Sin duda que a Haití le ha llovido sobre mojado. El asesinato de su presidente Jovenel Moïse en julio 2021 ha generado mayor inestabilidad política, violentas protestas sociales, una parálisis económica y una diáspora hacia distintos países de acogida, entre ellos México. Realmente no son tantos haitianos en el suelo Azteca, se calculan entre 13,000 y 20,000, pero son muy visibles. Sin duda les ha sido muy difícil acoplarse y no les ayuda su idioma, su práctica del vudú ni su color de piel. 

 

Tal vez cuando veamos a un haitiano pidiendo en la calle sea prudente considerar su desafortunada historia y su aflictiva realidad presente. Ante ello San Juan Pablo II nos exhorta diciendo: “Qué dolor la pobreza de muchos, en contraste con la opulencia de algunos – y advirtió- los pobres no pueden esperar”. Igualmente, San Francisco de Asís aconsejaba una heroica acción caritativa: “Cada criatura en desgracia tiene el derecho a ser protegida … comienza haciendo lo necesario; luego haz lo posible y de repente estarás haciendo lo imposible”. Por el bien de los desdichados migrantes haitianos, que así sea.