Jueves 25 de Abril de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Peripecias de una familia

Lupillo González | 31/08/2022 | 00:03

Después de dos largos años esperando por fin ir de nuevo a la feria, la familia de Hipólito con una emoción desbordada, sacó del closet su mejor atuendo y caminaron juntos alegres por la avenida hasta llegar a la parada del camión urbano.

 

Desde el rumbo de Morales a la feria, los cuatro integrantes de la familia dejaban volar su imaginación durante el trayecto. Disfrutar de la entrada gratis, el teatro del pueblo, los gritones, los bombones, los pabellones y los juegos mecánicos provocaba una ansiedad colectiva y el viaje parecía ser eterno.

 

Por fin, observando asombrados una enorme fila de gente que avanzaba a paso lento para ingresar a las instalaciones, Hipólito lo tomó como algo sumamente comprensible. Si antes cuando no era gratis, tardabas para entrar ahora la aglomeración era lógica.

 

Esa tarde, todo era emoción y alboroto. Pausadamente y tomados de la mano, fueron avanzando. Cada integrante traía en mente su prioridad. Su mujer hacía cuentas con los dedos para poder rendir el dinero y los vendedores alto parlantes mejor conocidos como “gritones” eran esa opción. Hipólito estaba enfocado en conseguir un buen lugar en el teatro del pueblo y disfrutar del tan esperado ambiente musical. Sus hijos, tenían bien claro que su principal objetivo eran los juegos mecánicos y avanzando con rapidez, fueron llevando a sus papás hasta esa parte. 

 

La felicidad que se podía ver en el rostro a los infantes poco a poco se fue marchitando. Otra fila interminable para poder subirse al primer juego mecánico. Cuando por fin lograron eso, el ocaso ya estaba presente y empezaba a oscurecer. Era como un mal augurio.

 

Alternaron prioridades y al final, les fue imposible ocupar un buen lugar en el estruendoso teatro del pueblo, sus hijos ya denotaban el cansancio y fatiga, su esposa sonreía y cargaba bolsas con artículos de cocina y unas cobijas con diseños campiranos, satisfecha de haber hecho rendir el dinero que con tanto sacrificio su esposo y ella habían estado ahorrando para la ocasión. La noche se les vino encima y la amenaza de lluvia se hizo presente.

 

La mamá siempre precavida, conminó a la familia a retirarse a tiempo para evitar una empapada épica. Consientes y en medio de empujones, poco a poco fueron abandonando el recinto y la fatiga pesaba más en los infantes. 

 

Otra fila los esperaba, pero fue imposible encontrar un taxi disponible menos un camión urbano a esas horas. La desesperación empezaba a ser colectiva, la gente inconforme vociferaba y otros más maldecían haber ido a la feria.

 

En eso, sucedió lo que temían, una pertinaz lluvia se hizo presente, las personas corrían como despavoridas para protegerse de la inclemencia de Tláloc. Hipólito y su familia, resignados decidieron caminar por la larga avenida y con algunas bolsas se taparon la cabeza. Unas cuadras después, un hombre bondadoso al ver su situación, se acercó a ellos en una camioneta y les dio una aventajada. Se subieron en la caja que, por cierto, estaba destapada y la lluvia no cesaba. El destino intermedio era la alameda Juan Sarabia. Viendo las cosas lo más positivo posible, la mojada sería peor si hubieran caminado todo el trayecto.

 

Esperaron un rato y la lluvia cedió un poco más no desapareció, mantuvo el molesto chipi chipi y el hastío hacía estragos en la familia. Otra vez el calvario para poder encontrar un taxi. En lapsos de tiempo amplios, pasaba alguno frente a ellos con pasajeros y ninguno detuvo su paso. 

 

La tensión estalló y desesperada la familia decidió estoicamente emprender un nuevo viaje hacía su punto de partida inicial. A paso cansino atravesaron el centro histórico y luego siguieron por toda la avenida Carranza hasta llegar a Morales ya de madrugada. Los niños somnolientos, hacían berrinche y culpaban al creador de todos sus males, la mamá empapada no soltaba las rebajas adquiridas y el padre, trataba de dar esperanzas bajo el argumento de que cada vez faltaba menos para llegar a casa.

Por fin, rendidos y extenuados se deshicieron de sus ropas mojadas mientras que los niños malhumorados despotricaban por todo lo que habían pasado. La mamá agotada, todavía tuvo energía para acomodar perfectamente lo comprado a los creativos e incansables gritones. 

 

Mientras que Hipólito, secándose el cabello con una toalla observaba por la ventana con rumbo desconocido y sonriendo le dijo a su familia, a pesar de todas las peripecias que vivimos este día, de algo estoy plenamente convencido; que el próximo año por ningún motivo faltaré a la feria, pero eso sí, con seis meses de anticipación me aseguraré que un taxi nos traiga a casa.