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EL METODO, EL FIN Y LA CARCEL

Oscar Esquivel | 26/08/2022 | 18:19

Leía hace tiempo un artículo publicado en Colombia del doctor en derecho y filosofía Gonzalo Martínez Claves “La tortura en el país del Bob Esponja” haciendo alusión a un programa de caricaturas, donde se ven a dos personajes torturando a uno de ellos llamado Don Cangrejo “En el país de Bob Esponja se enseña a torturar a través de muñequitos, seguramente para que las futuras generaciones de estadounidenses, aprendan bien los métodos y comprendan que es algo correcto y permisible”. El programa mostraba a Bob Esponja y Calamandro torturando a Don Cangrejo con diferentes métodos, amarrado, sus torturadores le pusieron una luz para que confesara si en realidad era el autentico Don Cangrejo o si era un malvado robot pasándose como crustáceo, después comenzaron a romper con un bate o garrote todos los electrodomésticos del restaurante propiedad de Don Cangrejo, para que este al final demostrara que no era Don Cangrejo…y si era verdaderamente él, se equivocaron.

 

Bajo esta referencia televisiva, acusaba el gobierno estadounidense de permitir la tortura, una que “bajo las leyes y normas por la justicia” es permitida y admitida.

Bajo la ley antiterrorismo promulgada por Bush se torturaron “suavemente” a cientos de afganos Talibanes en la prisión de Guantánamo, territorio de Cuba, robada por el imperio Yanqui; soldados de elite con principios “éticos” de esos de película de Hollywood, las leyes norteamericanas permitieron aplicar la tortura a sus tropas, hacia los talibanes, siempre que se implementaran métodos “persuasivos” para hacer de los “terroristas Talibanes” victimas de sus propios métodos de terror.  

 

Cuando el presidente Obama llega a La Casa Blanca cierra Guantánamo, y ordena a su fiscal general una investigación “exhaustiva y puntual de los hechos ocurridos” Holder el fiscal General investiga y concluye: “Sería injusto llevar ante la justicia a hombres y mujeres dedicados a trabajar protegiendo a Estados Unidos, por una conducta aprobada de antemano por el departamento de Justicia”.

En resumen, ninguna investigación y responsabilidades que pueda tener un solo soldado torturador, vale más que la seguridad del país. Desafortunadamente Obama, el presidente carismático, sede ante las presiones y todo se olvida, miles de documentos se desaparecen, ya de estos hechos han pasado casi 20 años. ¿Y qué pasó? los talibanes afganos le ganaron la guerra de intervención a los norteamericanos y hoy, continúan torturando a su pueblo.

 

En nuestro país la tortura es una práctica común, que en ocasiones ya pasa como un método establecido y permitido. Vemos denuncias cotidianamente y la sociedad nunca conoce si los responsables fueron castigados o sentenciados, si la tortura se tipificó como delito cometido o solo fue transcrita en una hoja de papel en algún un ministerio público, incompetente en sus funciones por ser parte del sistema judicial.

El presidencialismo mal entendido como lo conciben los políticos, es modificar y hacer a su antojo las leyes, incluso las no escritas.

 

Un penoso capítulo, entre muchos, donde la violencia desenfrenada y bárbara, es el marco de imágenes que vemos sin ningún escrúpulo, tanto de criminales que sobajan a sus víctimas con torturas inimaginablemente dolorosas y hasta pornográficas, como también de los servidores públicos de alto rango, observamos a los procuradores de la justicia como son cómplices y participantes directos en la tortura de un detenido, ¿Por qué el presidencialismo? Porque todo lo permite todo lo aprueba y todo sabe, aun así, es permisible ante las atrocidades de sus colaboradores.

 

En un hecho sin precedentes fue detenido el Exprocurador de la república Jesús Murillo Karam, acusado de tortura, desaparición forzada y obstrucción de la justicia, el juez ordenó tres meses de prisión, para desahogar pruebas. Todos fuimos testigos con las imágenes en video, vimos como un colaborador cercano a Murillo, Tomás Zerón como tortura a un torturador, actualmente este torturador de torturadores, se encuentra en Israel, refugiado y protegido por un país del cual no hay tratado de extradición, que por cierto, se la pasa torturando a los palestinos.

 

Da tristeza como somos una sociedad sumida en al miedo, el coraje, las ganas de venganza, quisiéramos ver al supuesto criminal lastimado, colgado, así venga de la autoridad y no importando si es correcto o no, inocente o culpable… da lo mismo.

 

La historia de Ayotzinapa ha sido cruento, doloroso, donde aún las heridas están abiertas, en su afán de cerrar el caso, el presidente Peña, después de que el exprocurador diera a conocer “la verdad histórica” rogaba a la sociedad “superemos esta etapa de dolor y demos un paso adelante” ¿Cómo superarla? Peña sabia, tenia todo y cada uno de los informes, desde el primer momento de movimiento de los estudiantes, hasta su desaparición con el contubernio de policías y mandos militares con el crimen organizado, todo lo conocía a través de su secretario de gobernación Miguel Ángel Osorio Chong y el mismo Murillo.

 

Es posible, todo se vale, incluso no importando desaparecer a un miembro de las fuerzas armadas infiltrado con los estudiantes, la traición no mide fronteras.  

 

Ahora sabemos, que hubo una orden para perpetrar tan absurdo crimen, una, que llego de algún sujeto denominado A1 “el licenciado”, hasta el propio presidente López Obrador conmino a Murillo Karam a que revelará al nombre de A1, ¿Ahí estará la clave?

La tortura es un acto cobarde, desdeñable, mezquino, roba la dignidad de un ser que no puede defenderse, la tortura existe en un feminicidio, en un maltrato a un niño, en alguna turba de personas que lincha a otra, sin mediar palabras le prenden fuego o lo atan con cables de púas a un árbol.

 

La tortura no es más que el reflejo del odio y la venganza entre los hombres, que no pueden controlar su debilidad manifestando su ira cruel, que tienen como personas, son carentes de moral, los inhibe el derecho prefiriendo métodos violentos. Así es como el estado actuó con 43 jóvenes pobres de 15 y 17 años y solo reflejó la debilidad institucional presidencial, acallando las voces que le estorban.

 

Si la paz te hace feliz, no la dejes marchar.

Nos saludamos pronto

 

OSCAR ESQUIVEL