José Luis Solís Barragán | 09/08/2022 | 10:01
Tratar de entender la lógica de un partido político, debe tener como punto de partida su origen y su historia, solo de está forma podríamos acercarnos un poco a la forma en que se desarrolla su vida interna y por su puesto a los liderazgos que nacen desde su interior.
Por citar algunos ejemplos, las líneas verticales tan marcadas en el PRI, tienen su origen en los cacicazgos postrevolucionarios; el PRD por su parte nació como un partido de partidos, es decir aglutinó a diferentes corrientes de izquierda, por lo que sus “tribus” subsistieron en la nueva estructura.
MORENA por su parte, tiene un origen complejo y a la vez sencillo, se concibió como un instrumento que giraba en torno a una figura: Andrés Manuel López Obrador, por lo que su liderazgo es central, pero a su vez su crecimiento obedece también al aglutinamiento de muchas fuerzas políticas incluso antagónicas.
MORENA aún no cumple ni la década de su fundación como partido político, pero en ese tiempo ha tenido resultados históricos, no solo llevó a su líder a Palacio Nacional con un margen de triunfo incuestionable, sino que también logró construir mayorías legislativas aplastantes y 4 años después de aquel 2018, se ha hecho del control de casi dos terceras partes de las gubernaturas del país.
Sin embargo, no todo es fiesta en MORENA, los triunfos electorales si bien los hacen parecen un órgano sólido, la realidad es que su vida interna muestra una creciente debilidad, en la que lo único que los mantiene unidos es la fuerza de López Obrador.
Las fuerzas políticas al interior del MORENA no solo giran entorno a los aspirantes presidenciales, giran entorno a liderazgos individuales, a gobiernos en turno y porque no decirlo, a aspiraciones personales y mezquindades grupales; pero todas ellas con un común denominador: la figura de López Obrador.
Las elecciones del fin de semana pasado nos mostraron la fragilidad del aglutinamiento morenistas y quizás lo que algunos de ellos mismos han señalado, es decir mostrar al partido como uno más de los institutos políticos creados.
MORENA en su vida interna no es tan diferente a las crisis que han atravesado el PAN, el PRI y mismo PRD; sus procesos internos han quedado marcados por la sombra de lo ordinario, de los cacicazgos encumbrados y del fantasma antidemocrático que ronda por todos los partidos.
Rumbo a la elección presidencial del 2024 todos los partidos tienen muchos retos y MORENA no es la excepción, tendrá en este andar que construir una vida propia diferente al lopezobradorismo, deben crear liderazgos que permitan la supervivencia sin la presencia de Andrés Manuel y sobre todo deben trabajar la unidad que pende del hilo de López Obrador.
La historia del 2018 es difícil que se repita, el ejercicio del poder tiende a desgastar a sus detenedores y el canibalismo político es parte de la cultura de gran parte de los miembros de nuestra clase política, con todo ello y con la carencia de vida propia de MORENA, puede que haga que el 2024 se convierta en el principio de la debacle o en la metamorfosis en lo que algún día fue el casi finado PRD.