Plano Informativo | 07/08/2022 | 01:39
Dios, nos dio un corazón para vivir amando. Pero éste, es un órgano muy frágil, y siempre está en peligro de perderse.
Hay momentos, en qué ya no sabemos: en dónde hemos puesto el corazón.
Y, si dejamos el corazón en cualquier parte, quedaremos con un corazón vacío, y también dividido.
Por eso, dice el Señor: “Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla”.(Lc.12).
Cuidemos el tesoro del corazón, porque puede llegar el ladrón, y arrebatarnos lo que más amamos.
Pero, si amamos las cosas del cielo, estaremos protegiendo nuestro corazón; porque hasta allá, nunca van a llegar los ladrones.
Decía San Agustín: “Dos amores han dado origen a dos ciudades: Las que amaron tanto a los hombres, hasta el desprecio de Dios; y las que amaron tanto a Dios hasta el desprecio de los hombres“. (Ciudad de Dios).
Si por amar tanto al hombre, hemos llegado a despreciar a Dios, entonces, perderemos el corazón, para después sentirnos perdidos.
En cambio, si amamos las cosas del cielo, podremos estar a salvo; porque lo Divino, no es botín de nadie; y nadie, nos lo puede arrebatar.
También decía San Agustín: “En cambio, todos los demás bienes de esta vida, tanto menos se han de llorar cuanto más se llora por ellos, y tanto más se han de llorar cuanto menos se llora por ellos”. (Conf. Sn. Agustín. lib.X, cap.1).
Hay que amar, y esperar aquello que no se pierde No hay que llorar, por lo que tarde o temprano, tendrá que perderse.
Y siempre, hay que preguntarnos: ¿En dónde está nuestro tesoro? Porque es así , como vamos a saber, en dónde hemos puesto el corazón.
Ya lo dijo el Señor: “ Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón”. ( Lc.12).
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez