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Nada que perder

Dr. Eugenio José Reyes Guzmán | 26/07/2022 | 01:00

Con el nivel más bajo de aceptación de los últimos presidentes desde 1954, el presidente Biden necesita reivindicarse con el electorado. Así es, desde finales de 2021, con datos de la casa encuestadora Ipsos, el nivel de aprobación del presidente Biden ha estado en caída libre, patente en sus niveles de rechazo que oscilan entre 55% y 59%. Las múltiples razones de su infortunio político pudieran concentrarse en el bajo desempeño económico, la criminalidad y la inmigración, al menos el último concepto desde la óptica republicana.

 

El presidente Biden no la tiene fácil, la invasión de Rusia a Ucrania ha disparado los precios del petróleo a niveles históricos y con ellos la inflación, 9.1%, su nivel más alto desde 1981 y acariciando los dos dígitos. Caray, durante cuatro décadas nuestro vecino del norte no se veía amenazado por una testaruda inflación que se rehúsa a menguar. La olla de presión geopolítica sigue silbando toda vez que China se autoimpone, justificadamente o no, un nuevo confinamiento.

 

Para el presidente de mayor edad en la historia de los EUA, los problemas internos se le amontonan. Las matanzas recientes en Nueva York y en Texas han convencido hasta el 44% de los republicanos que se debe de imponer un control de armas. Sin embargo, el presidente procrastina y patea la decisión al no querer perder los jugosos donativos de la Asociación Nacional del Rifle. La verdad, el vetusto líder demócrata no la tiene cómoda.

 

En otros tiempos, cuando un presidente norteamericano se las veía negras, de repente se encontraba su nación inmersa en una guerra donde se creaba cohesión alrededor de la idea de un Estado salvador o libertador. Francamente, esas épocas ya pasaron para el país hegemónico del mundo. Con la exposición en medios de comunicación, la visibilidad en redes sociales y la obligada rendición de cuentas ante la prensa internacional, el presidente Biden precisa de una estrategia que le devuelva la confianza de los electores, principalmente los jóvenes blancos y latinos. Ante ese estado de indefensión, ¿cuál pudiera ser esa necesaria maniobra?

 

Quizás un atisbo de la solución se asomó la semana pasada cuando envalentonado aseveró haber logrado lo que su predecesor nunca pudo, forzar a AMLO a invertir USD$1,500 millones en soluciones inteligentes de gestión y procedimiento fronterizo. Realmente nadie sabe a que se refería con dicha inversión fronteriza, pero obviamente no apuntaba a la “juiciosa” propuesta de AMLO de enviar más gasolina subsidiada para que los vecinos pudieran cruzar la frontera y abastecerse. Para agregarle leña al fuego, la directora de la Agencia Antidrogas Estadounidense (DEA), Anne Milgram, promulgó: “Nuestro increíble equipo en México trabajó en conjunto con las autoridades mexicanas para capturar y arrestar a Caro Quintero”. Ambas menciones norteamericanas parecen un botón para “calar las aguas” y ver hasta dónde se le puede pegar al internacionalmente impopular presidente mexicano. A estas alturas del partido, parece que el presidente Biden tendría mucho por ganar al señalar un “enemigo común” y nada que perder.

 

“A plata pura”, razones sobran para inculpar al mandamás mexicano, convertirlo en chivo expiatorio e incluso declararlo como “peligro” para la seguridad nacional norteamericana. Cierto, un escenario así sería riesgoso internamente y geopolíticamente aventurado, pero dadas las circunstancias, el vecino presidente tendrá que afilar las uñas y defenderse, o morir políticamente. No lo sé, quizás ni siquiera sea enteramente su decisión, ya que habrá elecciones de medio término en noviembre 2022 y presidenciales en 2024.

 

Por otro lado, todo indica que el presidente mexicano está intencionalmente provocando a su poderoso vecino para convertirse en un ubicuo mártir. Desde su propuesta de remover la Estatua de la Libertad, su intento por acabar con la OEA, la afrenta al invitar a Díaz-Canel al “Grito de la Independencia”, la “exigencia” de visas de trabajo tipo el programa Bracero, las múltiples trabas a las inversiones y un sinfín de etcéteras. 

 

Pues bien, entre el presidente Biden que busca desesperadamente una salida para su desangelada imagen y AMLO que sueña con ser inmolado, parece que los planetas se les están alineando a ambos. Veremos que dice el tiempo como indolente verdugo.