José Luis Solís Barragán | 25/07/2022 | 00:44
La discusión de la globalización y los Tratados de Libre Comercio, no son un tema reciente, en nuestro país se vivió con mayor énfasis durante la última parte del sexenio de Carlos Salinas de Gortari y la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con América del Norte.
Pese a los grandes retos que implicó este tratado comercial, logró materializarse al arranque del año 1994, año emblemático para el sistema político mexicano, y pese a la oposición de la izquierda, la entrada en vigor fue una situación impostergable.
Posterior al Tratado de Libre Comercio con América del Norte, estos instrumentos internacionales comerciales fueron proliferando en nuestro país, se buscaron nuevos socios comerciales y se fue insertando a nuestro país de lleno al mundo globalizado, ello con el respaldo de casi todas las fuerzas políticas nacionales.
Este tema si bien esta presente en nuestra vida diaria, la verdad es que no ocupaba un espacio permanente en la agenda pública, hasta el proceso electoral norteamericano, que llevó al poder de Donald Trump, en ese momento aquel olvidado TLCAN corría riesgo de perder vigencia y empezaron a surgir discursos de la importancia del mismo.
Durante esa etapa de riesgo en la relación comercial, fuimos testigos de como todas las fuerzas políticas, incluso aquellas que durante el TLCAN se habían manifestado en contra, ahora eran duros defensores de las bondades del Tratado comercial, lo que permitió que durante la transición Peña Nieto-López Obrador, se pudiera llevar a cabo la negociación con los gobiernos de Estados Unidos y Canadá.
López Obrador pudo presumir como triunfo de su administración la culminación de la negociación y la entrada en vigor del ahora llamado T-MEC, la relación bilateral Trump-López Obrador parecía fluir con naturalidad y el propio Gobierno mexicano que se autodenomina de izquierda, defendía la necesidad de consolidar la relación comercial.
Sin embargo, Donald Trump no logró su reelección, el pensamiento que impera en la casa blanca dista mucho de la pasada administración y la difícil relación entre México y Estados Unidos cada vez se hace más evidente.
La Reforma eléctrica es sin duda un tema que cimbró la relación comercial, en algún momento pudo pasar desapercibido y quedar como anecdótica, sin embargo, la desconfianza entre ambas administraciones cada día es más evidente y ello nos esta llevando a solicitud de consultas, sobre el trato preferencial que impone la legislación secundaria a CFE.
Es complejo llevar el discurso nacionalista a la realidad, cuando diferentes mecanismos legales sirven de candado para evitar que el Estado se cambie las condiciones de mercado y rompa el equilibrio que puede existir entre competidores; es complejo querer que el país regrese a esquemas que no pueden ser calificados como buenos o malos, pero si, no encajan fácilmente dentro de un mundo globalizado.
El López Obradorismo abrió con la reforma eléctrica una puerta que no debía abrirse, menos aún cuando la situación económica no es de bonanza, ya que un conflicto de está naturaleza puede generar incertidumbre y con ello una caída en la inversión nacional, que sumado a la inflación, podría convertirse en una situación critica e irreversible al corto plazo.
En Palacio Nacional deben de pensar con urgencia que las relaciones internacionales no son una cuestión azarosa o de juego, que la posición de México frente al mundo no puede quedar a la ocurrencia del discurso mañanero, ya que al final las naciones pueden tener reacciones que no se pueden controlar desde la tribuna gubernamental mexicana.
Seguir abriendo frentes así, puede terminar por pasar altas facturas a una administración que está por entrar al último tercio de su mandato, pero más allá de la factura a un Gobierno, la ocurrencia, puede pasar factura a todos los ciudadanos.