... todo cae en su sitio.
Tengo la fortuna de convivir con personas muy diversas, de distintos bagajes, talentos y experiencias. Es algo que disfruto de mi profesión; conocer y conectar con la gente. Siempre que escucho sus historias, aquellas de éxito o de dificultad encuentro un común denominador: la perseverancia.
Ya sea en el deporte, las relaciones familiares, el trabajo u objetivos personales, la capacidad de seguir adelante a pesar del cansancio o la frustración, a la larga trae beneficios muy grandes.
Perseverar no es sencillo, pero tampoco es imposible. He descubierto que las personas perseverantes tienen las siguientes características:
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Son optimistas. Ser optimista no significa estar todo el tiempo sonriendo o ir por la vida haciendo como que los límites no existen. No. Se trata de un optimismo realista. Es decir, reconocen que hay restricciones o condiciones no tan favorables pero muy dentro de su corazón están convencidos de que si siguen adelante en su esfuerzo, eventualmente, llegarán a donde lo desean.
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Son disciplinados. Cuando tienen que levantarse temprano, arreglarse y asistir a una entrevista del otro lado de la ciudad... lo hacen. Cuando tienen que hacer una tarea súper tediosa que dura horas y horas... lo hacen. Cuando tienen que entrenar y aun no se han recuperado de la práctica del día anterior... lo hacen. La disciplina implica hacer las cosas incluso cuando no tienes muchas ganas de hacerlas.
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Se preparan. Si salió un curso o diplomado que va complementar su preparación lo toman. Sí descubrieron un podcast que tiene un tema que fortalece alguna de sus debilidades, se ponen a escucharlo. Si se enteran que habrá conferencias sobre el tema de su interés, hacen todo lo posible por asistir. Su mente no descansa y siempre están viendo cómo estar más preparados.
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Practican. Dicen que la práctica hace al maestro y es cierto. Los perseverantes no desaprovechan ninguna ocasión para ensayar sus oficios.
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Lloran... pero no se rinden. Perseverar no quiere decir que nunca se van a frustrar... de hecho habrá frustración, cansancio, llanto... de todo peeeeero... la clave está en no quedarse ahí. Sentirse mal por un par de horas o un par de días nos hace humanos y nos permite ver con mayor nitidez dónde estamos y hacia donde vamos. No tiene nada malo llorar de vez en cuando.
En conclusión, hay que seguirle, darle hasta el final, y justo cuando sintamos que ya no podamos mas, hay que hacer un último esfuerzo, porque antes de renunciar, llega el éxito.
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