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Investigadores descubren que los ácaros pueden albergar en tu rostro

Muy Interesante | 21/06/2022 | 19:14

Recientes investigaciones de la Universidad de Bangor y la Universidad de Reading (Reino Unido) en colaboración con la Universidad de Valencia, la Universidad de Viena y la Universidad Nacional de San Juan (Argentina) concluye que este “bicho” se está volviendo un organismo tan simple debido a su peculiar forma de vivir que pronto podría ser uno con nosotros, pasar de ser un parásito externo a ser un simbionte interno.
 
Los ácaros se transmiten al nacer y casi todos los humanos los tenemos, llegando a su cantidad máxima cuando somos adultos. Miden unos 0,3 mm de largo y viven en los folículos pilosos de la cara y los pezones, incluidas las pestañas. 
 
Su alimento es el sebo que liberan las células de los poros. Se activan por la noche y se mueven entre los folículos en busca de pareja. Y sí, cuando la encuentran se aparean con ella y también defecan en tu piel.
 
En el estudio que nos compete, los investigadores han secuenciado por primera vez el genoma del ácaro D. folliculorum y han descubierto que tiene una existencia aislada y endogámica. 
 
Estas circunstancias están promoviendo que se produzca la transición de parásito externo a simbionte interno, es decir, que se funda con nosotros.
 
"Descubrimos que estos ácaros tienen una disposición de los genes de las partes del cuerpo diferente a la de otras especies similares, debido a que se han adaptado a una vida protegida dentro de los poros. 
 
Estos cambios en su ADN han dado lugar a algunas características corporales y comportamientos inusuales", dijo la Alejandra Perotti, profesora asociada de Biología de Invertebrados de la Universidad de Reading, que codirigió la investigación.
 
Para empezar, estos ácaros llevan una vida aislada en los poros de nuestra piel. No tienen amenazas de fuera, no tienen competencia a la hora de infestar a los hospedadores y no se encuentran con otros ácaros que tengan genes distintos. 
 
Su reducción genética ha convertido al D. folliculorum en un organismo extremadamente simple que mueve sus patitas enanas sirviéndose de solo tres músculos unicelulares. Además, sobreviven con una cantidad de proteínas mínima, la más baja vista en esta especie y otras afines.
 
La reducción genética también influye en el comportamiento nocturno del D. folliculorum. Ni tiene protección UV ni el gen que hace que los animales se despierten con la luz del día. No son capaces de producir melatonina, pero sí usar la que nosotros segregamos al anochecer para alimentar sus sesiones de apareamiento nocturno.
 
Siguiendo con el asunto del apareamiento, estos ácaros no dejan de sorprender y es que los machos tienen el pene en la parte delantera de su cuerpo y este sobresale hacia arriba. A la hora de copular deben, por tanto, colocarse debajo de la hembra mientras ambos se agarran a nuestro pelo.
 
Otra característica interesante que ha descubierto el equipo de investigadores es que los ácaros poseen muchas más células a una edad temprana en comparación con las que atesoran en su edad adulta. Esto es algo que va en contra de lo que se pensaba anteriormente, es decir, que los parásitos reducen su número de células al comienzo del desarrollo. 
 
Esta característica lleva a los investigadores a pensar que podría ser el paso previo para que los ácaros se conviertan en simbiontes.
 
Por último, hay quien ha sostenido durante todo este tiempo que los ácaros no tienen ano y consecuentemente deben acumular las heces durante su vida antes de soltarlas cuando mueren, provocando inflamación en nuestra piel. 
 
El nuevo estudio confirma que sí tienen ano, con lo cual podríamos haberlos culpado injustamente de ciertas afecciones cutáneas. "Se ha culpado a los ácaros de muchas cosas. 
 
La larga asociación con los humanos podría sugerir que también podrían tener funciones beneficiosas simples pero importantes, por ejemplo, mantener los poros de nuestra cara desobstruidos", dijo el Dr. Henk Braig, coautor de la Universidad de Bangor y de la Universidad Nacional de San Juan.