Miércoles 1 de Mayo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

La guerra del opio en México

Dr. Eugenio José Reyes Guzmán | 15/06/2022 | 04:49

En China hubo dos Guerras del Opio, la primera de 1839 a 1842 y la segunda de 1856 a 1860. La causa raíz de la primera fue la prohibición de la venta del opio británico por parte de la dinastía Quing. Para el emperador chino era un tema de salud y seguridad nacional, pues se estima que había entre 4 y 12 millones de chinos adictos a esa droga, entre el 1% y el 3% de la población. Para los anglosajones, en cambio, era fundamental continuar pagando con opio y no con lingotes de plata, la seda, el té y las porcelanas que compraban al país asiático.

 

Leyendo añejos adagios, se ha dicho que cuando no se aprende de la historia, de alguna forma los sucesos tienden a repetirse. Tal es el caso de México donde parece reiterar una guerra del opio, pero a la inversa, esta vez como comprador de metanfetaminas provenientes de China. Parece ser que, lo que era el té y la seda para los compradores británicos, ahora lo son la totoaba y el pepino de mar oriundos de los mares mexicanos para los chinos.

 

La totoaba o corvina blanca es una especie endémica del Mar de Cortés. Considerada el pez más grande del Alto Golfo al llegar a medir dos metros de largo, se encuentra en peligro de extinción debido a la desmedida pesca ilegal para obtener su vejiga natatoria o buche. Un kilo de buche de totoaba, considerado afrodisiaco, se vende a los traficantes chinos hasta en USD$2,000, mientras ellos lo revenden en el mercado negro hasta por cien mil dólares. Con ese incentivo, es entendible que la demanda asiática vaya en aumento y que los barcos de marginados pescadores mexicanos no cesen de capturar en forma furtiva al codiciado pez.

 

Por otro lado, el pepino de mar es un molusco protegido por la Secretaría del Medio Ambiente, misma que intenta regular su pesca a través de temporadas de veda. A pesar de la prohibición, la pesca clandestina y su sobreexplotación lo tienen al borde del colapso. El entendimiento de que el pepino de mar es un suplemento alimenticio que ayuda a la diabetes, cura el cáncer y mejora la circulación y, por ende, la potencia sexual, hace que el kilogramo se venda hasta por MXN$16,000. Nuevamente, su valor es un gran aliciente para los pescadores mexicanos quienes viven al día.

 

Pues bien, en un principio a cambio de esos exóticos frutos de mar, los comerciantes o mejor dicho traficantes chinos, pagaban directamente a los pescadores con zapatos, ropa y juguetes. Conforme fue subiendo el poder adquisitivo chino y aumentando la demanda, el dólar americano se convirtió en la moneda de cambio. Como era de esperarse, al ver los cárteles de la droga mexicanos lo lucrativo del negocio, decidieron formar parte de la cadena hasta adueñarse del comercio furtivo. Caso similar a la sustitución de la plata por el opio como forma de pago de los británicos, los compradores chinos ofrecieron precursores químicos en vez de dólares como forma de pago. Naturalmente, quien paga manda y los traficantes mexicanos mordieron voluntariamente el anzuelo. A su vez, los cárteles coaccionaron a los pescadores para que ellos mismos acepten el fentanilo, precursor químico para producir la droga, como retribución.

 

Con datos de la investigadora del Instituto Brookings, VandaFelbab-Brown en su publicación intitulada “Tráfico ilegal de especies en México ligado a China” asevera que el vínculo entre el tráfico de drogas y dichos exóticos y vulnerables habitantes del mar es evidentemente cada día más estrecho. Para colmo, la política del Gobierno de la 4T de abrazos y no balazos, aunado a los recurrentes recortes a los presupuestos de autoridades como SEMARNAT.

 

 

Como siempre, los más débiles terminan pagando los platos rotos y en este cuento son las comunidades de pescadores. Al verse obligados a participar en el tráfico de estupefacientes, o se vuelven narcomenudistas o adictos. Los pobres pescadores que veían en su oficio una forma honrada de ganarse la vida, se encuentran en un callejón sin salida y se convierten en víctimas de un sistema cuyas riendas controlan bandas criminales mexicanas.

 

Aunque los milagros sí existen, no espero que por arte de magia el gobierno federal tome cartas en el asunto y enderece su estrategia contra el crimen organizado. Lo que sí juega a favor para el pueblo de México es el factor tiempo que nos indica que no hay mal que dure cien años ni pueblo que lo aguante. Espero en Dios que “Juan Pueblo” despierte y exija el cumplimiento de la ley para que acabe la guerra del opio mexicana.