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DEFORMACIONES DE LA HISTORIA

Gregorio Marín Rodríguez | 13/09/2010 |

DEFORMACIONES DE LA HISTORIA

En las pláticas que hemos estado impartiendo como aportación personal a las celebraciones del Bicentenario de la independencia nos hemos referido a algunas deformaciones, ya sea en el enfoque, la interpretación o la traducción de las lenguas naturales al español.

Después de explicar a los habitantes de Loreto, Zacatecas, en presencia de su alcalde electo José Luis Figueroa Rangel, que México Tenochtitlán deriva de   los vocablos náhuatl Méxitli y Nochtli, nombres de dos de los sacerdotes que guiaron a los aztecas en las últimas etapas de su peregrinación desde el noroeste de lo que es actualmente la República Mexicana hasta el valle del Anáhuac, nos referimos al significado de “tzentzon” que los aborígenes no pudieron enseñar con tino a los frailes ni a los primeros cronistas españoles.

Es fácil imaginar cómo los frailecitos y los curiosos cronistas peninsulares preguntaban una y otra vez qué cantidad define la palabra, y ni ellos ni los nativos encontraron jamás una cifra siquiera aproximada. La comunicación era, por elemental deducción, a base de señas.

Al cabo de muchas preguntas y respuestas los españoles preguntaron si “tzentzon” equivale a cuatrocientos y los indígenas, cansados e incapaces, estuvieron de acuerdo. De ese modo quedó establecido para la historia de México que “tzentzon tochtli” es “cuatrocientos conejos”, que “tzentzontli” es una ave que emite “cuatrocientas voces”, no “tonos ni sonidos” y que el cielo mexicano está poblado de “tzentzon citlalli”, cuatrocientas estrellas.

De haber participado nosotros en la sesión traductora, hubiésemos contestado a frailes y cronistas que “tzentzon” quiere decir, simplemente, “un chingo”, y los habíamos sacado de dudas.

¿Se imaginan ustedes a un reportero de agencia noticiosa informando a su jefe de redacción que los aborígenes de México aseguran que en el cielo hay cuatrocientas estrellas? ¡Pa’ su mecha!