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El final de un viaje

Clara Villarreal | 24/05/2022 | 11:45

Ráquira fue el último pueblo que visitamos en este viaje. Al llegar, el impacto visual fue inmediato por su pintoresca decoración de sus casas, el tráfico de turistas en sus calles, pero sobre todo por el gran comercio. Ráquira es reconocido por sus productos artesanales y también por el trabajo de la arcilla. En la plaza principal, los artesanos del pueblo crearon estatuas de arcilla que están expuestas para enaltecer la especialidad y el trabajo de su gente.
Caminar por Ráquira fue un deleite, pasar y entrar por cada puerta era como entrar en un mundo lleno de arte. No pudimos evitar comprar manteles, caminos de mesa, suéters hechos a mano, zapatos y todo aquello que era auténtico de Colombia.
Al seguir caminando por el centro vimos un carrito el cual vendía el famoso tinto, por supuesto que no podíamos dejar de probarlo, ¡estaba delicioso! para los que no los conocen el tinto es el café negro el cual es muy conocido y vendido en cualquier esquina de Colombia.
El viaje estaba por concluir, y al paso de las horas nos percatamos; que en esta escapada, nos habíamos permitido una desconexión de la rutina diaria, habíamos logrado disfrutar una experiencia completamente diferente, teniendo tres largos días de verdaderas vacaciones. Como era de esperarse llegamos al hotel esa noche, pero aún nos quedaba un día mas ya que nuestro vuelo salía a las 12:15 de la madrugada del día siguiente, así que decidimos volver a visitar a esa persona que nos hizo sentirnos especiales; a María.
Despertamos al día siguiente y nos fuimos a caminar a la zona T de Bogotá, conocida por las tiendas comerciales de moda donde también esta rodeado de cafés, bares y restaurantes de diversa gastronomía. Desayunamos pan y café en la cafetería Juan Valdéz, un personaje creado como una marca que identifica el café de Colombia.
Regresamos a Usaquén a un restaurante que nos habían recomendado y decidimos nuevamente visitar de sorpresa a María, al vernos llegar confirmamos que la emoción de reencontrarnos era mutua. Es increíble como los seres humanos podemos reconocer la sabiduría en otra persona. Volvimos a abrir nuestros oídos para permitir escuchar todo lo que María tenía para compartirnos, pero en esta ocasión lo que nos decía nosotros ya lo habíamos ido a ver en el Museo del Oro, en la Laguna de Guatavita, en Villa de Leyva y Ráquira, ahora todo aquello cobraba realismo.
Definitivamente Colombia dejó una huella en nosotros, fue un viaje lleno de cultura, gastronomía pero sobre todo de nuevos amigos.
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