Dr. Eugenio José Reyes Guzmán | 13/04/2022 | 21:32
Un tema relacionado con Semana Santa es recordar a los dos ladrones crucificados junto a Jesús en el Monte Calvario. Tocante a ello, en días recientes me platicó mi hijo Rodrigo que, a los ladrones dentro del sistema penitenciario norteamericano les pagaban solo USD$1.15 por hora. La verdad me pareció muy poco, como si se tratase de una forma de esclavitud moderna, más cuando se compara con salarios mínimos de USD$15, $18 o $38.36 en Starbucks, Amazon o programadores de sistemas.
Indagando un poco más sobre los ladrones en EUA, me topé con que aquellos que por fortuna – o no – habían sido liberados, el 76% volvían a reincidir en algún tipo de crimen o delito durante los siguientes cinco años. Peor aún, el 50% volvía a prisión. De alguna forma, caer en prisión parece más una fábrica de criminales o de socialmente fracasados que un ejercicio por corregir y reinsertarlos.
De hecho, los Estados Unidos es el líder en personas encarceladas, tanto en cifras absolutas como en el número de prisioneros por habitante. Hoy en día hay más de 2 millones de personas en cárceles americanas, comparado con 1.69 millones en China y 811,000 en Brasil. Ahora bien, si usáramos la métrica de encarcelados por cada 100,000 habitantes, nuevamente nuestro vecino ocuparía el primer lugar con 715 individuos, comparado con 119 encarcelados de China y 169 prisioneros de Brasil. Debido a lo anterior, el sistema carcelario del país más poderoso del planeta parece una nutrida y eficaz manufactura criminal.
Hilando fino, de acuerdo al Buró Federal de Prisiones, si lo medimos por etnicidad, parece que no es un modelo equitativo para todos. Para precisar, bajo la óptica de grupos étnicos, el porcentaje más alto en las cárceles es el de los hispanos con el 30%, siendo el restante 70% todos los demás juntos. Por ende, la participación de hispanos es sin duda la más alta. Ahora bien, desde el punto de vista de raza, el 38.3% son negros, 30% son hispanos “blancos”, el 27.7% son sajones blancos, 2.5% son indígenas norteamericanos y el resto, 1.4% son asiáticos. Por algún motivo, la “raza de bronce”, al no ser negra ni asiática, la agrupan dentro de los blancos. Pues sí, dicha eficaz y nutrida fábrica de criminales tiene un claro enfoque hacia negros e hispanos.
Como comentario al margen para quienes hablan mal de los migrantes, el 83.5% de los prisioneros son ciudadanos americanos, tumbando el argumento de que México solo manda a EUA a violadores y criminales.
Para entender el ingente el record mundial de ladrones encarcelados en el país vecino, habría que analizar a fondo los motivos por los cuales cayeron en desgracia. Pues bien, los tres rubros de mayor incidencia son: delitos relacionados con las drogas con 45.3%, posesión de armas y explosivos con 21.4% y delitos sexuales con 11.6%. Todo indica que EUA pudiera dar tiros de precisión si enfocara las baterías a combatir los primeros dos, mismos que muchas veces están correlacionados. Así es, es desproporcionadamente alto el número de criminales, son preponderadamente hispanos y negros, dos terceras partes son reincidentes y el 77% de sus crímenes fueron por drogas o armas. Por caridad, derechos humanos o en línea con la dignidad de toda persona, el inconmensurable reto es cómo enmendar el torcido y fracasado manejo de los criminales.
Aprendiendo del pasado, parece que parte de la culpa en la percepción de que nada funciona fue la popular “Guerra contra las Drogas” introducida en 1971 por el expresidente Richard Nixon. A partir de entonces prácticamente se abandonó la idea de que los prisioneros se podían rehabilitar o, peor aún, que siquiera valiera la pena intentarlo. Tristemente para muchos, tratar de reeducarlos, curarlos o reinsertarlos es considerado como un fútil esfuerzo, como si ninguna fórmula funcionara. No es casualidad que el ritmo de encarcelamiento ha crecido más de 500% en los últimos 40 años.
Todo indica que es imperativo cambiar el chip, migrar hacia la rehabilitación de los criminales encarcelados y debiese haber un mapa de ruta que los conduzca de la cárcel al trabajo. Entre las alternativas de solución está en primer lugar la educación, pero también terapias de salud mental y emocional y las muy deseadas habilidades blandas. En forma indubitable, una mente enferma, por el motivo que fuera, no puede tomar decisiones sanas, prudentes o acertadas. Un desgarrador dato es que, en promedio, el 40% de quienes están tras las rejas han sido diagnosticados con alguna afectación mental. A pesar de ello, menos del 44% recibe algún tipo de ayuda o tratamiento.
Hablando de educación como plan de enmienda, está comprobado que por cada dólar que el sistema penitenciario norteamericano invierte en ese rubro, el ahorro en el costo de re encarcelación es de cuatro o cinco dólares. Por cierto, de acuerdo con estudios de “Equal Justice Inniciative, el costo total del sistema penitenciario norteamericano incluyendo quienes trabajan y viven de él se aproxima a los USD$182 millardos por año. ¿Qué pasaría si se les ofreciera carreras universitarias, estudios técnicos o se les enseñara oficios? Sin duda, tendrían una estructura mental distinta y una visión positiva de futuro, tendrían esperanza y un motivo para salir y luchar.
Más allá de todo lo anterior, existen elementos fundamentales que harían toda la diferencia: las virtudes, valores y principios. Estos conceptos se podrían tratar de enseñar en prisión, pero siempre será mejor si son inculcados desde el hogar. En ausencia de ellos, todo esfuerzo por reivindicar a los “ladrones” en la sociedad será cuesta arriba, pero no imposible.
En esta Semana Santa evocamos lo que sucedió hace más de 2,000 años al pie de la cruz. Narra el Evangelio de San Lucas que había dos ladrones flanqueando a Jesús; uno se burlaba de Él y el otro, conocido en varios idiomas como el buen ladrón, el ladrón sabio, el ladrón arrepentido o el ladrón penitente, se mostró contrito diciéndole al otro: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho”. Espero en Dios que los millones de encarcelados puedan humildemente aprender del buen ladrón.