José Luis Solís Barragán | 07/04/2022 | 23:38
Desde hace algunos años, muchos de los países se han visto inmersos en situaciones que han puesto en jaque a la democracia misma, y ojo, esto no tiene nada que ver con que “tan avanzada” sea la democracia, ya que la crisis golpea a todos por igual.
Por poner algunos ejemplos, podemos señalar el triunfo del “no” en el plebiscito de la paz en Colombia y el BREXIT de Inglaterra en el 2016, y de ahí el surgimiento de los candidatos antisistema que comenzaron a ocupar espacios de poder, tal como Trump en Estados Unidos, Macrón en Francia y con sus particularidades López Obrador en México.
Y si a estos ejemplos, sumamos los múltiples casos en que triunfos democráticos llevaron al poder a gobernantes que se proclamaban amantes de la democracia y que terminaron por sepultar cualquier vestigio de la misma, Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Erdogan en Turquía entre otros ejemplos.
Estos ejemplos, deben ser un espacio de reflexión para entender que tal como lo señalan los autores del libro “¿Cómo mueren las democracias?, nos encontramos que las democracias que han caído en los últimos años, no fueron consecuencia de golpes de Estado, sino que fue un proceso paulatino que se gestó en las urnas, se desarrolló en el discurso día a día, y culminó en los asaltos de las instituciones democráticas.
En muchas ocasiones el desmantelamiento de las democracias, es un proceso imperceptible y en otros es un proceso consentido, dado que la sociedad considera que la democracia no da los resultados esperados y la poca legitimidad del sistema, es la causa que permite acciones radicalizadas.
En nuestro país, la última medición de Latinobarometro, nos muestra que el 25% de los mexicanos preferirían un Gobierno autoritario, los que implica más del doble de la medición anterior; incluso hubo personas que se mostraron dispuestas a sacrificar la democracia, siempre y cuando se resolvieran los problemas del país.
En ese sentido, nos encontramos en la encrucijada de que la ciudadanía ve demasiados problemas y pocas soluciones proporcionadas por la democracia, y un alto porcentaje de mexicanos que empiezan a transitar de desear una democracia a preferir sistemas autoritarios, lo que nos obliga a encender las luces rojas, para evitar cualquier retroceso que atente con nuestra democracia.
Todo esto cobra relevancia en un contexto en que se desarrolla el proceso de revocación de mandato al Ejecutivo y en el que, sin importar el resultado, vendrán una serie de descalificaciones a los órganos electorales, a ello debemos sumar la pretensión del Presidente López Obrador, de remitir al Congreso de la Unión, una reforma política que cambié el paradigma en la integración de los árbitros electorales.
Sin duda alguna, muchos cuestionamientos podemos y debemos hacer a las autoridades electorales, sin embargo, si estamos obligados a ser cautos en los cambios que se quieren hacer, para que estos no terminen por ser un retroceso a los pasos que poco a poco hemos dado para construir nuestra incipiente democracia.
Nuestra historia democrática no podemos dejar que se olvide, justamente para no caer en caminos que nos retornen a lugares de los que con trabajo logramos salir, hoy todos hablamos de pluralidad y elecciones, pero hace treinta años ni pluralidad, ni elecciones limpias, es más ni credenciales para votar con fotografía y la Secretaría de Gobernación contaba los votos en favor del partido oficial.
Nuestro sistema electoral fue diseñado para que la sociedad vigilara nuestras casillas y ellos mismos contaran los votos, nos costó mucho lograr que los partidos y el Gobierno sacaran las manos de los órganos electorales y con ello transitar a la profesionalización institucional, nos costó mucho lograr elecciones equitativas y transparentes.
Pronto comenzará la discusión de esta anunciada reforma política, nadie niega que es importante revisar le legislación, pero debe darse con responsabilidad y quizás sea momento de voltear al pasado y ver a países que han perdido sus democracias, para no cometer los mismos errores.
La democracia se basa en la premisa de que es fundamental contener el poder, para evitar que este abuse del ciudadano, nadie niega que, como sistema en México, ha tenido fallas importantes, pero estamos lejos de un Gobierno autoritario, pero defender la democracia no debe ser un punto de polarización, sino que por el contrario debe ser un punto de unión, ya que se basa en la idea que todos tenemos el derecho de disentir.
Las democracias en el mundo, nos necesitan más que nunca, y los ciudadanos estamos obligados a cuidarla, para cuidarnos, la democracia, así como la libertad se valora, una vez que ya se perdió y en ese punto el regreso al sendero democrático puede ser mucho más costoso que cuando tomamos el camino hacía el autoritarismo.