Oscar Esquivel | 01/04/2022 | 00:30
Nos despertamos, pasa el día y nos preparamos para dormir, comemos, hacemos actividades cotidianas, en el trabajo, la escuela y en cualquier reunión, la sombra de la violencia aparece, susurra en nuestros oídos, la vemos a cada momento, es una pesadilla, un enervante que nadie quiere probar, pero es una adicción impuesta en estos tiempos violentos.
La droga de la violencia se inyecta lentamente sin darnos cuenta, cuando menos lo esperamos, nos llega cada segundo, dosis cada vez más fuertes, no hay paz que la detenga, la ínfima calma la desperdiciamos en el odio.
Somos como un enfermo cuando se le disminuye la dosis, esperamos por miedo o ansiedad que algo grave ocurra, para luchar contra la violencia.
La violencia es contraria al orden moral de donde algunas veces sobrepasa toda forma de equilibrio que debería guardar el humano, es igualmente contrario a los ordenamientos jurídicos de una sociedad, justificar la violencia a nadie le favorece, sin embargo como plantea Max Weber “El Estado es una comunidad humana que reclama en exclusiva el monopolio legítimo de la fuerza dentro de un territorio determinado” Cuando el Estado favorece por omisión y estafeta a otras organizaciones o individuos para ejercer fuerza fisica ¿deja de ser Estado? La respuesta es lo que vemos y no es privativo de nuestro país, los Estados actuales del mundo lo permiten aprovechando la vulnerabilidad de una sociedad inmersa en sus propios “yo”, que las ciudades se conviertan en zonas inhabitables, la misma virtualidad de la red, permite eso, la violencia auditiva, visual, ya no hay quien defienda con las leyes en la mano y menos, con el uso de la fuerza del Estado a los ciudadanos del mundo.
Estados fallidos permiten el nacimiento de organizaciones más fuertes que los propios gobiernos, es la fotografía del momento, la revolución criminal avanza en caminos libres, apoderándose de todo, incluso de la misma sociedad que les dio a los gobiernos, la exclusividad del uso de la fuerza para el sometimiento de quienes ejercen la religión de la violencia.
Bukele el salvadoreño
Bajo un estado de excepción, con la mirada puesta y el dedo acusador de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y organismos internacionales, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha puesto el mejor ejemplo de como el Estado ejerce el derecho de la violencia, justificada o no, pero después de cientos de asesinatos perpetrados por las pandillas que asolan a país Centro Americano, decidió someter a los pandilleros ya presos a una castigo ejemplar; ración de comida una por día, sin salir de las celdas 30 días, confinamiento de los lideres tiempo indeterminado, todo esto, hasta que no pare la ola de asesinatos. Con más de 70 mil pandilleros que viven en las calles salvadoreñas, el presidente tomo una decisión que a ojos de muchos viola los acuerdos internacionales de derechos humanos, y para las víctimas, es el mejor de los castigos. Bukele apoyado por su Congreso inicio la “guerra contra las pandillas” tendrá un mayor presupuesto la policía y el ejército nacional, se establecerán penas de 45 años a los cabecillas cuando antes era de 5 a 10 años de prisión, si son jóvenes de 12 años la pena será de 10 años y mayores de 16 hasta 20 años en la cárcel.
Una importante reforma es “prisión a funcionarios, mandos policiales que faciliten, promuevan y organicen pandillas” 30 años de prisión. El dilema es si se toma como ejemplo en nuestro país, o permanecemos callados y sumisos ante la imparable tragedia que hoy nos presenta la delincuencia en toda la república.
“Salvadoreños cuando los pandilleros asesinaron a decenas de personas inocentes, la CIDH no dijo ni una sola palabra. Pero no tardaron ni un día en condenar que nos pusimos más duros con ellos en las cárceles. Recuerden siempre qué intereses representan ellos”, “¿Saben cuántos países han decidido ayudarnos en la guerra contra las pandillas? Exactamente: NINGUNO. No vengan después a querernos decir qué es lo que debimos haber hecho o dejar de hacer, cuando en el momento que pudimos haberlos necesitado, nos dejaron solos”. Nayib Bukele,
Reflexionemos mexicanos: Mano dura, militarización del país, estado policial, balas, cárceles o ejercemos el derecho humano tal como es y las victimas deben acatarlo bajo el manto de la impunidad.
Gertz Manero, el violento
El aun todo poderoso Fiscal General de la República, ¡debe renunciar! Una persona profesional, apoyado por todos los partidos políticos para ocupar el cargo más importante dentro de la procuración de la justicia, no debió en ningún momento incidir el encarcelamiento de Alejandra Cuevas, hija de su excuñada Laura Moran acusadas por el delito de “falta de cuidados médicos” de su hermano. Los 11 ministros de la Suprema Corte les dictaron libertad en pocas palabras. 568 días paso Alejandra en un reclusorio donde jamás debió pisar.
Tal parece Gertz ejercicio el poder que se le confirió para utilizarlo con fines de venganza, violentó el orden jurídico y ejerció el poder para con dureza y rudeza someter a la persona de Alejandra y su madre.
El Estado mexicano atreves de la persona de Gertz Manero ejerció la violencia ilegalmente y por ello debe irse.