Miguel Ángel Sosa | 21/03/2022 | 14:45
Twitter: @Mik3_Sosa
La intriga palaciega se ha vuelto cada vez más evidente y es rasgo inequívoco de que para el 2024 no todos al interior del gobierno federal auguran una tersa transición.
Las apuestas siguen corriendo y es de destacar que la ventaja con la que arrancó la jefa de gobierno de la Ciudad de México se ha ido desvaneciendo. Por su parte, el canciller Marcelo Ebrard parece estar atorado desde hace tiempo en un impasse.
Otros suspirantes, entre los que figuran nombres como los de Ricardo Monreal, Tatiana Clouthier, Luisa María Alcalde o Adán Augusto López, entre muchos más, aún se encuentran esperando el visto bueno que les permita moverse.
Sin duda, una vez que pase la Consulta de Revocación de Mandato habrá de nueva cuenta polvareda en MORENA. Fieles al líder, las huestes del obradorismo esperan con ansia a que el ejercicio fortalezca al presidente con un halo de "ratificación".
En la cuatroté confían en que una vez eliminado el riesgo de que el pueblo bueno pudiera mostrarse ingrato, apuntarán todas las baterías sin distractores de por medio hacia la elección presidencial.
En este escenario, la aceptación a la baja en las encuestas que ha mostrado de forma sostenida el presidente no es cosa menor. El reto no solo es obtener un resultado positivo en la consulta, sino que el número de ciudadanos que ese día apoyen a López Obrador sea suficiente para mantener viva la idea de que el mandatario aún conserva el histórico voto duro que llevó al poder.
Lo anterior es crucial para Palacio Nacional, no solo es ganar sino hacerlo de forma contundente para no dejar espacio a dudas y suspicacias. De lo contrario, la retórica de que "el pueblo pone y el pueblo quita" será un arma de doble filo que no querrán tener entre las manos.
Si el gobierno federal no obtiene los apoyos suficientes para constituir una aplanadora, la oposición hará fuego del árbol caído. A pesar de que el innovador ejercicio que se utilizará en México fue propuesto por el Ejecutivo, las circunstancias derivadas de los resultados pueden escapársele al Estado de las manos y abrirle un flanco difícil de cubrir.
Eso sin contar con que también existe el riesgo de que la cantidad de participantes totales sea desangelada y ahí se sume otro golpe: descalificar a la actual administración a consecuencia de una raquítica convocatoria presidencial.
Los números que arroje la consulta son del interés de propios y extraños, a algunos le servirán para evaluar los niveles de servilismo que les sean más prácticos; a otros, para asegurarse algún tipo de posibilidad y/o alianza de cara a las próximas elecciones; habrá quienes aprovechen para alardear del balance de la consulta sin importar los números de afluencia; o, incluso, los guindas a quienes favorezca el debilitamiento del líder máximo.