Viernes 29 de Marzo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

De difícil convergencia

Dr. Eugenio José Reyes Guzmán | 23/02/2022 | 01:00

Más allá de creencias religiosas, la estampación de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe ha confrontado a la ciencia con la fe una y otra vez. Al respecto, el químico, físico, matemático y bacteriólogo francés Louis Pasteur afirmaba: “Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia devuelve a Él”. Suscribo que existe en forma indubitable una diáfana convergencia entre el pragmatismo científico y los inherentes valores axiológicos mexicanos resultantes del mensaje guadalupano. A pesar de declararme neófito y limitado en la materia, presentaré una tímida relatoría de algunos de los descubrimientos científicos.

Entre 1979 y 1981 se les permitió a los científicos Jody Brant Smith y Philip Serna Callahan, (consultor de la NASA y a título personal), estudiar el fenómeno de la estampación de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Utilizando rayos infrarrojos y agrandando la imagen con computadora, concluyeron que no es posible explicar el tipo de pigmentos cromáticos utilizados. No hay huella de borradores, la imagen es única, insólita, incomprensible e irrepetible. El rostro está hecho con pigmentos desconocidos que aumentan la difracción de la luz en la tela y producen iridiscencia, un fenómeno óptico observado en algunos pájaros, mariposas o burbujas de jabón donde el tono de luz varía de acuerdo al ángulo desde el que se observa la superficie. 

Otro portento inexplicable para la ciencia es el descubrimiento del doctor en astrofísica Cantú Ylla de la UNAM donde, usando el planetario Spitz en el Observatorio Laplace en CDMX, muestra la yuxtaposición de las 64 estrellas en el manto de la Virgen con la constelación de los astros en el solsticio de invierno del 12 de diciembre de 1531. 

Aunado a la misteriosa preservación del Manto de la Virgen y de las indescifrables ramificaciones de los párpados, quizás lo más estudiado han sido los ojos de la Virgen. Desde 1929, el fotógrafo Alfonso Marcué descubre un busto humano, en 1956 el Dr. Rafael Torija, usando un oftalmoscopio y una lente de aumento confirma en el ojo derecho la llamada triple imagen de Purkinje y Samson. Ese mismo año, el Dr. Torija notó que la pupila de la Morenita emitía reflejos de luz, fenómeno que solo sucede en ojos vivos. En 1962 los oftalmólogos norteamericanos Charles Wahling y Frank Avignone atestiguaron los reflejos en los ojos de la Virgen al fotografiarlos en idénticas circunstancias de distancia, posición y luz. En 1974, el oftalmólogo Enrique Graue, más allá de observar la imagen de un hombre barbado, afirmó: “al proyectar un haz de luz sobre el ojo, el iris brilla más que el resto, pareciendo como si fuese a contraerse de un momento a otro, como el de una persona viva”. Quien igualmente afirmó que los ojos adquieren brillantez al iluminarlos fue el Dr. Jorge Kuri en 1975. Un caso muy sonado fue el del Dr. Aste Tonsmann quien ha estudiado los ojos de la Virgen de Guadalupe por más de 20 años y afirma que reflejan hasta 13 personas.  Todo lo anterior, tratándose de una imagen estampada en un manto de fibras de cactus, “tilmahtli”, hace más de 490 años, es sencillamente inconcebible para la ciencia. 

En defensa de los incrédulos y escépticos, sí, es cierto, con el devenir de los años y por razones que nada abonan a este artículo, a la imagen de la Virgen Morena se le añadieron unos rayos, una media luna bajo sus pies y un ángel cargándola, pero ello no demerita lo anterior.

En adición a los datos científicos, es innegable que las apariciones en el Cerro del Tepeyac cambiaron decisivamente la historia y el futuro de México. La imagen de la Virgen Mestiza representa un testimonio catequético excepcional al permitir que los indígenas abrazaran el misterio cristiano de la encarnación. A través de la cinta que lleva la Virgen, los nativos de México comprendieron que se trataba de una mujer embarazada, llevando al mismo Dios es su vientre. La estampación de la Guadalupana logró que, en solo seis años, de los cerca de 25 millones de indígenas que vivían en esos años, 9 millones de ellos se convirtieran al catolicismo. No por nada afirmaba la yucateca Melba Abraham Achach: “Los mexicanos podemos no ser católicos, pero sí guadalupanos, ya que la Virgen Morena se ha convertido en un parteaguas en la historia de México, es decir, no creo en Dios, pero acepto su aparición”.

En base a lo anterior, hoy en día, de entre las más de 400 advocaciones marianas destaca la de la Virgen del Tepeyac al ser el santuario mariano más visitado del mundo. Cada año, entre 10 y 15 millones de peregrinos acuden la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México para agradecer o pedir por Su intercesión.

No obstante, la espiritualidad y los valores guadalupanos han ido menguando en el pueblo escogido por la Morenita del Tepeyac. Como prueba de ello, hace 70 años, cerca del 98% de los mexicanos profesaba la fe católica y hoy solo el 77% se confiesa como tal. Más aún, a pesar de haber estados resilientes y defensores de su fe católica como como Michoacán, Querétaro, Jalisco y Guanajuato donde el 92% de sus moradores nominalmente la practican, los estados del sur como Chiapas y Tabasco se han visto fuertemente atacados por ideologías y prácticas sincretistas, derivando en 58% y 63% respectivamente.

Independientemente de la religión y solo basado en los descubrimientos antes mencionados, creo que tiene que haber una razón para que el afortunado e inefable fenómeno de la estampación guadalupana sucediera en México. Ante las cuitas y vicisitudes actuales, viene a bien recordar las palabras de la Guadalupana: “No temas, ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?”