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Mindfulness es el futuro del rendimiento deportivo (y personal)

GQ | 16/02/2022 | 11:40

Michael Gervais es un psicólogo deportivo (enfocado en el mindfulness), quien trabaja con atletas en “entornos de alto riesgo y con consecuencias”, a veces tan simples como ganar o perder y a veces tan complejas como vivir o morir (como en su trabajo con Felix Baumgartner, el austriaco que se lanzó en paracaídas desde 130,000 pies como parte del proyecto Stratos de Red Bull en 2012). Independientemente de las consecuencias, su objetivo final sigue siendo el mismo: ayudar a sus clientes a responder de forma constructiva a los entornos de alto estrés.
 
“Tengo la suerte de trabajar con personas que son algunos de los pensadores y hacedores más extraordinarios del mundo, y en algunos casos trabajan en entornos operativos en los que los errores se pagan muy caros!”, dice el Dr. Michael Gervais. “Para operar bien en esos entornos se requiere un dominio del oficio, un dominio de su cuerpo y un dominio de la mente... (esas personas están) enseñando e informando al resto de nosotros, en muchos sentidos, lo que significa tener un dominio total de la propia vida interior y ser capaz de aplicarlo al mando en entornos hostiles y estresantes.”
 
Esto es, por supuesto, una forma muy sofisticada de decir que el Dr. Gervais ayuda a sus clientes a ser más “conscientes”. El mindfulness, o atención plena es —y lo ha sido durante algún tiempo— el “gran tónico” de la actualidad en el mundo del bienestar, tan sobre utilizado que carece de sustancia. Sin embargo, el trabajo del Dr. Gervais va más allá del típico “respira profundamente cinco veces y deja que la serenidad caiga sobre ti” (aunque, para ser claros, él es fan de la respiración profunda).
 
Su tarea consiste en ayudar a los pacientes a ser hiperconscientes en situaciones que amenazan con transportarlos a cualquier lugar excepto a donde se encuentran actualmente (por ejemplo, el ruido ensordecedor de un estadio, o estar a 13,000 pies sobre la tierra, a merced de la voluntad de la gravedad). El éxito que han tenido algunos de sus clientes en este sentido —Russell Wilson, aspirante al MVP (Most Valuable Player) de la NFL de este año, es uno de los principales— demuestra que, en sus manos, la concienciación no es una tontería, sino que podría convertirse en un futuro pilar del rendimiento deportivo de élite (junto con la nutrición, la recuperación, fuerza acondicionamiento, que, según señala Gervais, también se veían con escepticismo).
 
¿Y qué importancia tiene todo esto para ti? Tal vez tu entorno no contenga niveles de estrés “a punto de saltar de la estratosfera”. Pero el mundo moderno sigue dejando a muchos de nosotros sintiéndose sobrecargados de trabajo, poco recuperados, ansiosos y solos. 
 
Aquí, el Dr. Michael Gervais te guiará a través de algunas de las técnicas que han demostrado ser más efectivas en sus años de trabajo —las herramientas que han permitido a sus pacientes construir una resiliencia mental, sentirse más seguros y capaces, además de fortificar su mundo interior contra la adversidad externa—.
 
¿Cómo definirías la confianza?
 
La confianza es, esencialmente el “creo que puedo hacer eso de ahí”. La confianza no es “puedo”. La confianza es “eso parece difícil, creo que tengo las habilidades para hacerlo”. La confianza viene de un lugar y únicamente de un lugar: lo que te dices a ti mismo. No se basa en el éxito pasado. El éxito pasado tiene ciertamente una gran influencia en ella, pero la confianza tiene que pasar esencialmente por la puerta de lo que te dices a ti mismo. La buena noticia es que, en última instancia, somos responsables de lo que nos decimos a nosotros mismos. Es una habilidad capaz de ser entrenada. Así que, por defecto, la confianza es entrenable, y está 100% bajo nuestro control.
El éxito pasado por sí solo no es suficiente. Esto significa que hay que saber usar y tirar del éxito pasado en una valoración adecuada de las demandas que vas a cumplir. Y si crees que puedes satisfacer esas demandas con base en tus habilidades y tu estado de ánimo, ahí lo tienes.
 
¿Cuántos de tus pacientes tienen problemas de confianza?
 
Bueno, creo que eso es algo humano. Pienso que la mayoría de nosotros queremos hacer algo extraordinario en la vida y queremos vivir y ser la mejor versión de nosotros mismos. Eso significa que vamos a entrar en espacios y lugares donde estamos un poco por encima de nuestros límites. Pero estar un poco fuera de control de las cosas —suena tan trillado— es donde se produce el aprendizaje. Y ahí es también donde se construye la capacidad.
 
Piensa en ello como en un globo: cuando lo inflamos, este se expande en los bordes y se vuelve un poco más delgado. El centro del globo es como nuestra zona de confort, donde somos superhábiles. Sabemos que podemos sentarnos en el sofá y estar bien. Cuando llegamos a los bordes, no somos del todo hábiles. Ahí es donde comenzamos a preguntarnos: “¿Tengo lo necesario para superar esto?”.
 
No estamos enseñando a los niños y a los jóvenes la mecánica de la confianza, que es la autoconciencia. Y hay dos campos básicos de autoconversación: la autoconversación positiva y productiva, y la autoconversación negativa, más crítica y mordaz.
 
 
¿Qué ejercicios has empleado para que tus pacientes callen el lado destructivo y potencien el lado productivo?
 
Todo comienza con la conciencia. Lo primero que hay que hacer con cualquier cosa que tenga que ver con la psicología de la excelencia o la psicología del crecimiento es tomar conciencia de tu experiencia interior. Y luego tener las herramientas y habilidades para navegar por ella, para mejorarla. Una de las grandes prácticas para aumentar la conciencia es el mindfulness. Y el entrenamiento de la atención plena ha existido desde hace 2600 años. La ciencia moderna dice: “Debemos prestar atención. Realmente está haciendo algunas cosas buenas aquí.” [risas] La química del cerebro, la estructura del cerebro, el comportamiento y los cambios psicológicos que se producen en las personas que meditan y practican mindfulness son extraordinarios.
 
El mindfulness tiene dos principios básicos. El primero es la conciencia y el segundo es la sabiduría. Por lo tanto, el vínculo entre ambos es el momento presente y la percepción. Permíteme explicarlo. ¿Conciencia de qué? La conciencia de nuestros pensamientos, emociones, sensaciones corporales y del entorno que nos rodea. Si tuviéramos una mayor conciencia de esas cuatro cosas y nos detuviéramos en ellas, destrozaríamos la antigua belleza, la tradición que se presenta, pero seríamos mejores intérpretes y hacedores. Seríamos más conscientes y podríamos ajustarnos con más elocuencia a cuando nuestros pensamientos están fuera de lugar, cuando nuestras emociones no son propicias para la tarea que tenemos entre manos. Sin duda, eso se puede ver desde una lente deportiva.
 
Pero nos quedaríamos muy lejos de la parte más profunda del mindfulness, que es la sabiduría. ¿Y cómo se produce eso? Bueno, no es posible conversar con alguien sabio y en automático convertirte en un sabio. No puedes leer un libro de sabiduría y volverte sabio. Tienes que ganártela. Y la manera de ganártela es pasando el mayor tiempo posible en el momento presente. Ahora bien, lo bueno del presente es que cuando unes el momento uno, el momento dos y el momento tres, ahí es donde se expresa un alto grado de conciencia. Además, es donde se revela la sabiduría a través del insight.
 
Una de las cosas que nos distrae del momento presente es la crítica, el juicio: “Esto no está bien, esto no es lo suficientemente bueno. No estoy bien. No soy lo suficientemente bueno. No puedo.” Todo ese tipo de pensamientos negativos, constrictivos y destructivos, nos aleja de este momento, sea cual sea. Y ese es el reto dentro del juego: tomar conciencia de esa experiencia interna y luego tener las herramientas para navegar.
 
La clave consiste en pasar de una mentalidad negativa y crítica a una mentalidad productiva y positiva. Pero esto no significa que nos inventemos cosas. Esto no significa que debamos decir: “Oh, el barco se está quemando y yo me voy a quedar dentro de él, porque todo estará bien” ¿Qué es eso? Eso es un tipo de “psicología pop” que me pone los pelos de punta. Esta idea de optimismo ingenuo es muy errónea.
 
Tenemos que ganarnos el derecho a ser optimistas encontrando las cosas buenas y construyendo un marco en torno a ellas, en lugar de ese ingenuo: “Oye, sé positivo, todo está bien”. Puedes llegar a eso diciendo algo que te construya: “Sabes qué, he hecho bien mi trabajo. Vamos. Me encanta que me pongan a prueba. Pruébame”. Ese tipo de mentalidad o mecanismo que fomente la confianza funciona.
 
Imaginemos un atleta que tras años de éxito, ahora ha fallado en repetidas ocasiones y se siente asfixiado ¿qué harías?
 
La palabra “asfixia”, usémosla por un momento. En realidad, lo que sucede es que estamos ahogando el acceso a nuestra actividad (ya sea trabajo, deporte, etc.). Es una construcción psicológica en la que tenemos un patrón de pensamiento que está restringiendo el acceso a los patrones de movimiento que están bien aprendidos. Así que tomemos ese ejemplo ahora, y digamos que alguien viene y dice: “Me estoy ahogando”. Lo que básicamente están diciendo es: “Estoy muy lejos del como me siento cuando estoy en mi mejor momento”.
 
Solo hay tres cosas que podemos entrenar como humanos: nuestro cuerpo, nuestro oficio y nuestra mente. Así que, dicho lo anterior, primero tenemos que descartar: “¿Eres capaz de hacerlo cuando no hay presión?” Si los atletas dijeran: “En realidad, yo también estoy luchando en el camino”, bueno, tal vez sea algo meramente técnico. Tal vez sea una cuestión de fatiga. Pero si no es técnico o físico, tal vez sea psicológico.
 
Si es un factor psicológico, genial. ¿Cuáles son los pensamientos que se interponen en tu camino? Normalmente, se trata de “El momento es grande y no siento que tenga las habilidades, así que me siento pequeño. No tengo las habilidades para manejar el momento.” Entonces, deconstruimos [a partir de ahí]: ¿es grande el momento? En realidad, no existe tal cosa [como un gran momento] en mi mente. Lo has oído toda tu vida: el Super Bowl es un gran partido. Y puedo crear una narrativa en la que eso es cierto. Pero cuando lo desgloso, no es diferente. Hay más gente mirando. Pero las reglas son las mismas. Los balones son las mismas. Las consecuencias son las mismas: un equipo gana, otro pierde.
 
Lo único que cambia lo que está en juego es la persona que actúa. Los medios de comunicación necesitan hacerlo a lo grande, porque necesitan vistas. Ese es su negocio. No obstante, como atletas, la mayoría de nosotros tenemos que tomar una decisión desde el principio. Si piensas que el Super Bowl es como cualquier otro partido, mantengamos esa filosofía. Un juego es un juego. Las consecuencias son las mismas. ¿Tienes la capacidad de estar donde están tus pies? ¿Cambiarás eso solo porque la gente está mirando?
 
Aún con los beneficios sociales y materiales para ganar ese último partido, siento que es difícil no sentir la presión
 
Estoy de acuerdo. Hay cambios reales que ocurren después de ganar. Cambia el legado familiar de la gente de muchas maneras. Y la presión viene de: “¿Y si no puedo hacer mi trabajo? ¿Y si no puedo conseguirlo?” Pero, ¿qué pasa cuando la consecuencia no es perder el Super Bowl, sino algo potencialmente más significativo?
 
En realidad, todo se reduce a cómo se responde al ahora. Y si Felix Baumgartner u otros hombres y mujeres que están actuando en escenarios con consecuencias considerables no son capaces de estar donde están sus pies y ajustarse elocuentemente, entonces realmente habrá consecuencias.
 
Así que esa es la misión aquí: averiguar cómo entrenar tu mundo interior —tu mente, por así decirlo— y organizar tu vida interior para que puedas estar exactamente donde están tus pies en cualquier entorno, en cualquier situación, en cualquier circunstancia. Si puedes hacer eso, los resultados se encargarán de sí mismos.
 
 
¿Qué ejercicio podría hacer la gente hoy en día para empezar a cultivar ese nivel de conciencia?
 
Yo acudiría a las antiguas tradiciones del mindfulness. Yo comenzaría por conocer mi mente. Una vez que seas consciente del pensamiento uno, de cómo influye en el pensamiento dos, y de cómo el pensamiento uno y el dos te llevan al pensamiento tres —y las emociones que lo encapsulan—, entonces puedes comenzar a jugar. Pero sin conciencia, es realmente difícil. Ahora bien, la atención plena no es para todo el mundo. Así que otra estrategia es llevar un diario o escribir cómo es estar dentro de tu mente. De tal manera que lleves un registro de las cosas que te dices a ti mismo que sí funcionan, y las que no funcionan.
 
He aquí un ejercicio práctico: Imagina una hoja de papel en blanco con tres columnas. La primera columna sería para esos pensamientos que ya no te sirven, esos pensamientos destructivos, críticos y prejuiciosos. Escríbelos, míralos realmente y toma la decisión de terminar con ellos. Ya no te sirven. Con la segunda columna, escribe los tipos de pensamientos productivos, los pensamientos que te apasionan. Puede que no tengan ningún sentido para los demás y pueden sonar muy cursis para otra persona, pero funcionan para ti.
 
Por cada pensamiento productivo que tengas, necesitas justificarlo tres veces, y esta es la tercera columna. La llamaremos la columna “respaldo”, escribe tres razones que te den derecho a decir eso. Lo significa que necesitas algunas experiencias reales en tu vida a las que te vas a anclar, que te dan el derecho a decir “esa cosa”.
 
Ahora, tenemos algo que es real. Lo has exteriorizado, lo has mirado, has hecho un trabajo cognitivo, intelectual, que está basado y enraizado en tu realidad.
 
Digamos que sigues poniéndote nervioso al hablar en público, ¿podrías adaptar este ejercicio a algo específico como eso?
Buena pregunta, porque el nerviosismo implica, normalmente, una activación del cuerpo. Hay un nivel de activación: hay sudor, hay temblor, hay latidos. Así que parte del trabajo consiste en entender que los pensamientos y las emociones en nuestro cuerpo, trabajan muy estrechamente. Los pensamientos tienen un impacto en las emociones y en nuestras sensaciones corporales; las sensaciones corporales también tienen un impacto en los pensamientos. Si avanzas y consigues que tus pensamientos sean correctos, tendrás mejores respuestas fisiológicas, mejores respuestas emocionales. Así que el trabajo es avanzar para lograr este resultado.
 
Digamos que constantemente te siente nervioso. Podría ser tan simple como un replanteamiento: “Espera. Mi cuerpo se está activando. Quiero que se active”. Es tan simple como eso. Y luego si puedes poner tu cuerpo en una escala del uno al 10, donde el 10 es, “Acabo de vomitar en mi boca estoy tan nervioso”, y el uno es como, “Estoy demasiado relajado como para hacer esto”, lo que estás buscando es un nivel de activación medio del cuatro al seis. Bueno, si eres consciente de tu cuerpo en esa escala, es porque estás entrenando la conciencia de tu cuerpo. Y si sientes que te activas en un siete, aquí es donde la auto-conversación [entra]. “Voy a bajarlo un poco. Gracias, cuerpo. Te agradezco por alertarme. Todavía estoy desayunando. Mi presentación es a las 2:00. Vamos a calmarnos un poco”. ¿Pero cómo se baja? Bueno, es una combinación de respiración y recordar el trabajo que has hecho.
 
Una vez escuché que un profesor de karate le decía a los niños: “Hagan que sus mariposas vuelen en formación”
 
Está muy bien, ¿verdad? Ahora, ¿cómo se hace eso? Es un buen pensamiento. Esas son muy buenas palabras, y lo que están haciendo es que los niños y adultos reconozca este sentimiento, que piensen “Oh, sí. Las mariposas son normales”. Así que cuando sientes mariposas en el estómago y dices: “Oh, Dios, estoy nervioso”. Bueno, acabarás convirtiéndolo en ansiedad, lo convertirás en nerviosismo. Lo ideal es que cuando sientas mariposas en el estómago digas: “Sí, vamos. El cuerpo se está encendiendo. Ahora, tengo el control.” Sí, parece tan sencillo, sin embargo, estamos hablando de lo invisible.
 
¿Crees que vale la pena invertir tiempo en estos ejercicios, para evitar tomar ese tiempo en controlar una crisis?
Ahí es donde la práctica rinde frutos. No he conocido a ningún atleta o entrenador de clase mundial que no piense que la parte mental del juego es importante. Es fundamental. Cuanto más se asciende en los dominios del rendimiento, más crítica se vuelve, porque todo el mundo tiene talento físico. Y así, quienes pueden manejar el estrés —los que pueden disolver la presión viendo que los campeonatos son solo un partido más diciendo: “este momento es el único que tengo, voy a aprovecharlo, tanto si alguien está mirando como si no lo hace”— son quienes entrenan su mente.
 
Y si retrocedemos y miramos la escena deportiva en los últimos, digamos, 60 años. Hace 60 años los entrenadores principales lo hacían todo: nutriólogos, psicólogos, etc. Y entonces los entrenadores de vanguardia dijeron: “Hay una nueva disciplina que se llama fortalecimiento y acondicionamiento. Quizá podamos ser más grandes y más rápidos, más fuertes en los cuartos”, así que los incorporamos. ¿Y saben qué? Funcionó. Hubo esta externalización de la inteligencia en torno a cómo entrenar el cuerpo.
 
Y luego vino el entrenamiento atlético, para reparar estos cuerpos más grandes, más rápidos y más fuertes a un ritmo más veloz, y así tener una ventaja competitiva. Entonces la nutrición entró en escena. Entonces, ahora tenemos entrenadores que traen entrenadores de fuerza, entrenadores atléticos certificados y nutriólogos. 
 
Eso es lo que ha ocurrido ahora. Los entrenadores de vanguardia están diciendo: “Oye, tenemos esta disciplina realmente emocionante que está madurando: la psicología del deporte. Empecemos a entrenar y a hacer que eso forme parte de una ventaja competitiva”. Y creo que en este momento solo estamos arañando la superficie.
 
 
¿Cuánto tiene que ver la confianza con las expectativas? Como cuando te sientes presionado por lo que espera de ti la gente.
 
En realidad, espero que la mayoría de las personas hayan sentido lo que describes. Y es tan frecuente que tiene un nombre: síndrome del impostor. Tú lo llamas expectativas. Se superponen entre sí. Es básicamente la construcción de que “la gente vio algo en mí y esperan que pueda hacer eso todo el tiempo”. Ese es un marco psicológico que se construye para evitar el fracaso, en contraposición a un marco psicológico que se construye para acercarse al éxito. Como, “Voy a resolver esto. Genial. Está jugando en mi contra, pero voy a hacerlo lo mejor posible”. Entonces, ¿cómo lo logramos? Reconocemos que lo que nos decimos a nosotros mismos importa. Así que regresamos al paso uno, aumentar la conciencia de la narrativa que estás construyendo o la creación de la libertad. Es una de esas dos: constricción o libertad. Y cuanto más espacio tenemos, más libertad tenemos para jugar, normalmente las cosas van mejor en todas las facetas de la vida.
 
 
¿Y cuánto de esto tiene que ver con nuestra identidad?
 
Lo que se supone que hacemos entre los 12 y los 18 años es descubrir quiénes somos. En realidad está marcado por la confusión de roles o de identidad. Y así se supone que lo intentamos: “¿Soy punk? ¿Me gusta el rock and roll? ¿Prefiero el R&B? ¿Quién soy yo?”. Te pruebas un montón de cosas. Y cuando te aferras a una cosa —“soy un atleta”— a los 14 años o lo que sea, es porque tu entorno te habla de aquello en lo que eres especial. Te excluye de las otras identidades que aún no has probado,
 
Así que cuando alguien va a su área, y lo han excluido de todas las otras identidades, es como: “bueno, si no lo hago bien, no me importa”. Los mecanismos de lucha, huida, congelación o sumisión se activan. El cerebro dice: “Oh, ya sé qué hacer. Esto es supervivencia”, así que nos asfixia. Nos tensa. Crea una respuesta fisiológica para huir del peligro. Pero, en realidad, lo que tenemos que hacer es abrazar el reto.
 
Cuando haces un trabajo profundo, eres mucho más que el rol que representas, mucho más profundo que la piel y los huesos que se juntan para formar tu cuerpo físico. Somos mucho más profundos que nuestros géneros y nuestra composición étnica. Hay algo realmente común como hilo conductor entre todos nosotros. Y sí, habitamos y encarnamos cuerpos que tienen un aspecto determinado, y culturas que reflejan valores. Pero cuando profundizamos en lo que somos, somos mucho más grandes que lo que hacemos.
 
De hecho, ahora mismo lo que estoy aprendiendo de los mejores del mundo es que están cambiando el modelo de “necesito hacer más para ser más” o “necesito hacer algo extraordinario para ser extraordinario”. La idea ahora es: “Necesito ser más. Necesito estar más arraigado, más presente, más auténtico, más creativo, más yo, más conectado con mis seres queridos, mis compañeros de equipo. Necesito ser primero y luego dejar que la práctica fluya a partir de ahí”, y eso aborda realmente la cuestión de la identidad. Sé tú y serás mucho más grande que lo que haces.