¿Y donde quedó el PAN?

Durante la mayor parte del siglo pasado en nuestro país vivimos en lo que fue definido como la “dictadura perfecta”, es decir vivíamos con elecciones periódicas, pero un partido de Estado monopolizaba los triunfos electorales.

Ante la ausencia democrática que se vivía en el sistema político mexicano, destacaba la democracia interna y los debates que se vivían en el seno de Acción Nacional, lo que implicó una pequeña luz, en un país que no conocía de democracia.

El PAN se convirtió por años en esa voz opositora que denunciaba las inconsistencias de un sistema electoral que favorecía en desmedida a un partido que pregonaba ser heredero de la revolución, sin embargo, ese papel poco a poco se fue difuminando.

La gente podía no ser simpatizante del PAN, pero no se puede negar que este instituto político era referencia obligada, cuando se trataba de definirse como oposición de un sistema electoral que no se mostraba dispuesto a dejar que el PRI perdiera el control gubernamental.

No es posible entender la transición democrática mexicana sin Acción Nacional, si nos remontamos a las denuncias de fraudes, la reforma política que nace posterior a la elección de 1988 y las subsecuentes reformas pactadas para sentar las bases de un sistema más equitativo, sin embargo, de esa voz moral democrática poco se va quedando sin volumen.

En el año de 1997 por primera vez el PRI perdió su mayoría en la Cámara de Diputados, así mismo sufría una estrepitosa derrota en la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal; las reformas electorales comenzaban a dar los resultados esperados y a equilibrar las contiendas que trajeron por fin una verdadera democracia a nuestro país.

El año 2000 puede verse como culminación de la transición democrática que dio paso a la alternancia, el PRI salía de “los Pinos” y comenzaba una nueva etapa histórica para el PAN que por primera vez ocuparía la máxima magistratura de México.

El triunfo electoral de Acción Nacional fue celebrado como la gran fiesta democrática del país, las fuerzas políticas competían de forma mucho más equitativa y se ponía fin a la hegemonía discursiva de la revolución, sin embargo, Luis H. Álvarez atinadamente pedía que esa fiesta no se convirtiera en la borrachera democrática, por ello sentenció: “Nunca nos derrotó la derrota, que no nos derrote ahora la victoria.”

Esa sentencia cobró vida con el paso de los años, dos sexenios panistas fueron suficientes para desdibujar por completo aquel Partido que fue ejemplo democrático, dos sexenios bastaron para que el pragmatismo acabara con un partido que se fortalecía ante cada golpe autoritario del partido hegemónico.

Hoy ante el gobierno lopezobradorista el PAN se convirtió en una oposición que grita mucho, pero con mensajes huecos y que no conectan con los ciudadanos, lo que tiende a minimizar cualquier intento por ser aquella voz que gritaba durante “la dictadura perfecta.”

Los grupos que llegan a los órganos de dirección del PAN tienden a convertirse en todo aquello que critican del PRI y hoy reclaman de López Obrador, es decir a tomadores de decisiones sordos, necios e irracionales.

El PAN señala en cada espacio que México camina hacía un retroceso democrático, sin darse cuenta de que ellos mismos han acabado con su democracia interna, hoy el PAN no es ni la sombra de lo que fue el siglo pasado, de discusiones doctrinales se vaciaron hacía el pragmatismo político, de buscar espacios para alzar la voz, sus elites acomodaticiamente buscan cuotas de poder que les permitan seguir tomando decisiones.

Mientras el PAN no entienda que su mayor enemigo está en su casa y sobre todo en sus dirigencias nacionales y locales, seguirá sin convertirse en la voz de una oposición que exige democracia, mientras sus elites sigan en la demagogia de la “oposición responsable”, seguirán sepultando sus posibilidades de ganar elecciones.

¿Dónde dejaron a ese PAN que algún día fue la voz democrática de México?