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Cóndores al rescate

Dr. Eugenio José Reyes Guzmán | 18/01/2022 | 23:28

La semana pasada tuvimos el gusto de invitar a cenar al padre Carlos quien, muy al estilo franciscano, nos estuvo ilustrando y compartiendo conceptos e historias fabulosas. Entre tantos temas, hablamos de un sacerdote que fue testigo en nuestra boda y que, al ir de excursión, fue reportado como desaparecido en el desierto de California. Se le buscó durante meses por senderistas, perros sabuesos y hasta cóndores, tristemente su paradero sigue siendo un misterio. 

Más allá de la dolorosa noticia del cura, me llamó la atención la utilidad de esas enormes pájaros para encontrar a personas desaparecidas. Pues resulta que a dichas aves de rapiña se les colocan transmisores de radio para seguir su comportamiento. Cuando esos alados pajarracos detectan a un animal o persona muerta, comienzan a dar vueltas alrededor del cadáver alertando a los rescatistas de un posible hallazgo. Es increíble la conveniencia para los humanos al capitalizar las características y habilidades de algunos animales.

Por siglos, los humanos han dependido del perros guardianes o pastores para cuidar de un rebaño, pero no son los únicos animales. Para algunos granjeros norteamericanos el remedio más eficiente para alejar a los coyotes de los indefensos becerros, es tener algunas llamas. Estos camélidos tienen un innato instinto protector y alcanzan a vivir hasta 30 años, en promedio tres veces más que los perros. Como dato curioso, los burros, si los asnos, son también magníficos protectores de ganado.

Otros animales al servicio de humanos son los narvales. El hábitat de los misteriosos cetáceos es impenetrable para los barcos por el espesor del hielo. Con la ayuda de sensores colocados en los esquivos “unicornios marinos” los geólogos marinos conocen los cambios en temperatura y salinidad en las gélidas aguas de Groenlandia y logran proyectar el comportamiento de los glaciares. 

Otro ejemplo del beneficio de los animales a los humanos es su uso en xenoimplantes. Esto es, el trasplante de células, tejidos u órganos de una especie animal a otra, o a los humanos. La semana pasada un hombre cincuentón recibió exitosamente en un hospital universitario de Maryland un trasplante de corazón de un cerdo transgénico sometido a edición genómica. Es muy pronto para saber si el del desahuciado donatario podrá tener una vida larga. Lo que sí es un hecho es que implantes de cerdos, babuinos y otros primates pudieran salvar millones de vidas humanas que esperan, entre otros, un riñón o un corazón.

Es una realidad que los perros, caballos, changos, cerdos, gallinas y hasta llamas ayudan a los seres humanos de diversas maneras. Muchas veces las mascotas son un elemento eficaz en terapias de rehabilitación. Por alguna cuestión mental, estos animales domesticados, tienen un efecto físico, mental y emocional que calman y eliminan el miedo de los humanos. Los perros cuidan, rescatan y defienden a las personas, pero también guían a los ciegos y hasta previenen a las personas de posibles episodios epilépticos.

A pesar de los enormes beneficios de los animales para los humanos, los últimos hemos sido desagradecidamente responsables de la extinción de mismos. Según la publicación Lifegate, el homo sapiens está provocando un lamentable fenómeno llamado “sexta extinción en masa”. Entre especies animales y vegetales, el ritmo de extinción es de 1,000 por año. Así es, las personas hemos introducido especies invasoras, destrozado ecosistemas completos, cazado hasta el último ejemplar y cambiado las características químicas de suelos y océanos como consecuencia de la contaminación.

De aquí se desprende el tema ético o de derechos de los animales.  La biblia dice: “El hombre tendrá poder sobre los peces, as aves, los animales domésticos y salvajes y sobre los que se arrastran por el suelo”. Lo que en forma explícita también denuncia es que para todo derecho existe una obligación y el ser humano, como especie superior, debe de cuidar y proteger a las demás. No hacerlo sería una de las tantas impredecibles incongruencias en el ingrato comportamiento humano.

Qué hermoso constatar la simbiosis entre los animales racionales e irracionales. El punto es que la ganancia debe de ser en dos sentidos y no solo para las personas. Dada la atroz eliminación de la flora y fauna de parte de los humanos, quizás este artículo se debió haber intitulado “humanos al rescate” (de los cóndores) y no al revés.