José Luis Solís Barragán | 13/01/2022 | 01:18
Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, la frase: “no entienden que no entienden”, describía en cuerpo entero a una clase política alejada por completo de la realidad por la que atravesaba nuestro país.
A más tres años del fin del último sexenio priista y que la clase dirigente a tenido diferentes transiciones, la sentencia del peñismo sigue más viva que nunca, la clase política dominante del PRI, no entiende que no entiende.
Todo esto sale a la luz, en razón del último encontronazo que se dio al interior de las filas del tricolor, por un lado una dirigencia firmando una coalición “opositora”, basada en el reparto de cuotas y uno de los últimos gobernadores priistas que se siente excluido de la toma de decisiones dentro de su instituto político.
La dirigencia nacional y el gobernador se acusan de lo mismo: de anteponer sus intereses particulares a los intereses de los priistas y según ellos del país.
La discusión probablemente termine por costarle al PRI uno de los Estados donde la alternancia política aún no llega, es decir uno de sus bastiones más importantes, donde que una derrota, no haría, más que alimentar la impresión de que el partido se encuentra cada vez más en etapa terminal.
Difícilmente el PRI pueda salir del proceso interno en Hidalgo victorioso y su fracaso hacia adentro, podría convertirse rápidamente en un lastre para la coalición electoral que está acompañando, terminando por sepultar la posibilidad de hacerse con triunfos electorales.
El PRI en algunos Estados ha logrado sobrevivir gracias a la alianza opositora, San Luis Potosí es un excelente ejemplo de ello, pero claro está que el principal problema es que el PRI no puede desmarcarse de sus errores, de sus malos gobernantes y en muchos casos la putrefacción que deja a su paso la corrupción.
El PRI si quiere ser competitivo, requiere un proceso de refundación, de desterrar las prácticas que los alejaron de su militancia y que los convirtió en su mayoría, en políticos carentes de representatividad social, el PRI si quiere subsistir, debe dejar de ser el PRI.
El PRI necesita definir con claridad que rumbo quiere tomar, si va a caminar en la ruta de la oposición o si será entreguista con los gobiernos, o en su caso, si lo que pretende es reafirmar su posición de bisagra con el fin de conseguir espacios para sus cuates.
Seguramente el PRI seguirá actuando como lo ha realizado desde hace muchos años, es decir de convertirse en una veleta que gira según los vientos que corren en el día a día, pero por ese camino solo llegarán a convertirse en un partido satélite que no represente nada, más que los intereses de unos cuantos que seguirán repartiéndose sus cuotas de poder.
Hace algunos años se hablaba del dinosaurio del PRI, hoy solo queda una lagartija reumática huyendo de sus propios fantasmas y que huye sin rumbo a lo que probablemente sea una caída abrupta.