En el año 1982, el Presidente José López Portillo ante la Cámara de Diputados emitió su justificación sobre la crisis económica con la que entregaría el poder, ante la cual señaló: “soy responsable del timón, pero no de la tormenta.”
Esa falacia política mexicana no esta ni cerca de la realidad, el sexenio que finalizaba había apostado y terminó perdiendo, pero lo más grave, hizo que miles de familias mexicanas perdieran sus ingresos y patrimonios.
Ante la apuesta perdida, llegó a presidencia de la República Miguel de la Madrid Hurtado y en este momento, es en el que algunos autores y el propio López Obrador, identifican la llegada del llamado modelo neoliberal, el cual no fue si quiera opcional, sino que debió darse ante la tormenta que golpeaba a nuestro país.
En aquel momento, resultaba fundamental reducir el déficit presupuestal, combatir la inflación galopante, se redimensionó al Estado, poniendo a la venta las empresas del Estado, la intervención estatal en la economía se orientó al gasto al social y a promover la inversión privada.
Desde aquel lejano 1982, el discurso presidencial hizo a un lado la hegemonía discursiva de la revolución que había sido el sustento legitimador de los gobiernos postrevolucionarios y a partir de ese momento la nueva hegemonía avanzaba hacia el neoliberalismo y la llamada modernidad.
Los presidentes posteriores a Miguel de la Madrid continuaron por el caminó de neoliberalismo, pero la “mano invisible” del mercado no permitió el reparto equitativo de la riqueza, la brecha de desigualdad no se cerró y el crecimiento económico se caracterizó de ser mediocre.
Durante 18 años Andrés Manuel López Obrador recorrió el caminó que culminó en el 2018 con su llegada a la presidencia, durante su trayectoria como opositor fue un duro crítico del llamado modelo de libre mercado y en su arribo al poder gritó a los cuatro vientos el epitafio del neoliberalismo.
La declaración de muerte del neoliberalismo pareciera más una hegemonía discursiva para justificar todos aquellos problemas que no se solucionan o para estigmatizar a una élite política “responsable de todos los males que lesionan al país”.
Cuando se declaró la muerte neoliberal la gran interrogante que no se quiso contestar era: ¿Y hacia dónde iremos? Cambiar la ruta exige tener la claridad de la meta y del camino que se recorrerá, desgraciadamente a mitad del camino lopezobradorista no se tienen claridad del camino, por un momento se enaltece el libre comercio y por otros se apuesta a la estatización, siendo contradictoria las acciones con el discurso.
López Obrador debió atravesar durante esta primera mitad, la pandemia y sus consecuencias económicas, sin embargo, el incremento en los números de pobreza nos hace preguntarnos sobre el sentido social de este Gobierno.
MORENA como movimiento social se funda en la premisa “Por el bien de todos, primero los pobres”, para el arranque de la segunda mitad del primer gobierno emanado de este Instituto Político, parece necesario primero que se responda a sí mismo:
• Y una vez que matamos el neoliberalismo ¿qué sigue?; y
• ¿Cómo transformaremos la idea de primero los pobres en acciones de Estado?
Hoy más que nunca López Obrador y MORENA deben tener presente aquella frase de José Vasconcelos: “tremenda responsabilidad haber despertado en vano la esperanza”.
Hace tres años, gran parte de los mexicanos puso sus esperanzas en AMLO, los vieron como la única forma de romper los vicios del sistema; y a tres años más allá de discursos y zócalos llenos, Andrés Manuel debe pensar esa responsabilidad que pesa en él, para no convertirse en un “ladrón de esperanzas”
@josesolisbn.