Tradición de entregar una ciudad dañada

Lamentablemente, para el nuevo alcalde capitalino Enrique Galindo Ceballos, como ya es tradición en el cambio de presidente municipal seguirá la tradición que data desde hace varios años en el sentido de que encontrará una ciudad destrozada con sus calles y avenidas dañadas por los baches así como con unos servicios públicos municipales punto menos que deficientes, lo que se ha hecho costumbre por una simple y sencilla razón, los que han pasado por el cargo de alcaldes no han dispuesto como seguro él tampoco dispondrá, de los fondos suficientes para resolver tales sempiternos problemas de una ciudad en pleno crecimiento y con un presupuesto también tradicionalmente insuficiente, razón por la que ninguno de los alcaldes salientes de los últimos años ha dejado una urbe con sus complicaciones urbanas medio resueltas como no han dejado en las arcas los recursos económicos necesarios como para que el entrante empiece a trabajar en la solución de la problemática con tranquilidad y seguridad.

Como se recuerda, así pasó cuando Octavio Pedroza le entregó la administración a Jorge Lozano Armengol y luego se repitió al hacer éste lo propio con Victoria Labastida luego ella le aplicó la misma medicina a su sucesor Mario García Valdez quien para no perder la costumbre la repitió con Ricardo Gallardo Juárez, mismo que siguió la línea trazada y así le entregó la ciudad a Xavier Nava Palacios quien no tiene otra alternativa que entregarla a Enrique Galindo con lo que pudo hacer en torno a la solución de sus problemas en función del bajo presupuesto disponible que les permite muy poco margen de acción.

Así entonces, desde este día en que rinde protesta como nuevo alcalde capitalino, Galindo empezará a sentir el peso de tener bajo su responsabilidad el bienestar y tranquilidad de una ciudad desatendida durante largos años en las necesidad de procurarle un equipamiento urbano que la haga lucir como una gran ciudad, por lo que muchos potosinos confían en que le encuentre la cuadratura al círculo y no tenga que seguir esta desafortunada tradición alentada por la miseria presupuestal de sus ayuntamientos de entregar dentro de tres años una ciudad como la que hoy recibirá, ojalá.