Noventa días de transición

Durante los próximos noventa días veremos una transición que deseamos tersa y clara, pero que, en la realidad,está expuesta a interferencias indeseables. Los mandos de nuestro estado serán minuciosamente revisados mientras, de acuerdo con la ley, ocurre un proceso de entrega recepción que debe ser del conocimiento pleno no solamente de quien entrega y de quien recibe, sino de los habitantes de San Luis Potosí, cuya conciencia no registra los pormenores de nuestras finanzas y menos de nuestros balances políticos hace muchos años.

Existe un marcado interés en observar las posibles deficiencias de la administración saliente para contrastarlas con las condiciones que comenzarán a tener vigencia a partir de septiembre. No hay un conocimiento previo de las finanzas públicas que se recibieron hace seis años, cuando la entidad parece haber salido de una pesadilla y lo que los habitantes pedían era un cambio sin peros pues con el relevo del gobernador se terminaba una de las etapas más nefastas del gobierno de San Luis y hoy parece que el desconcierto caracteriza esta etapa de transición que por noventa días habremos de atestiguar.

No se pueden emitir descalificaciones inmediatas hasta no revisar las cuentas y se valoran los episodios de la actuación que concluye. Las diferencias no están a la vista en este período, pero los personajes que asumirán el relevo en las dependencias gubernamentales serán la primera referencia en un compromiso que quisiéramos realizable en el corto plazo para re dinamizar el estado con los equilibrios que siempre aspiramos pero que jamás han podido alcanzar.

Ubicar las vocaciones de las cuatro zonas de San Luis, concretar la participación de los potosinos radicados en los Estados Unidos en la mejora de las regiones de las que son originarios, asegurar el acierto de los ayuntamientos para coordinar sus esfuerzos con beneficios comunes, y establecer un liderazgo que limpie su manchada imagen sea cual fuere el origen de la mancha, son parte de una lista de buenos deseos que la gente de las cuatro zonas quisiera ver realizadas en un corto plazo.

La entrega recepción es un traspaso de cosas buenas y malas. El que entrega está obligado a aclarar deficiencias y faltantes ante la población que lo eligió, y quien recibe está obligado a iniciar el trabajo que prometió en la campaña. Solamente eso, pues el proceso no es un juicio sino un inventario cuyo interesado principal debe ser el conjunto de habitantes del estado. La calificación de un gobierno que se va le corresponde a la ciudadanía del estado y ésta puede honrar el acierto tanto como expresar la condena si fuera necesaria.

En noventa días no habrá otro San Luis Potosí. Apenas estaremos en la entrada de una nueva etapa. Ojalá que en ella no venga incluido el escándalo, la inconformidad y la confronta como pretextos para no hacer nada o para estorbar a quien llega y a quien, desde ahora, sin motivo, quieren recibir como a un intruso.

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