Si Dios nos manda el amor, es porque no sabemos amar. Ya que, si amaramos de verdad, esa orden estaría de sobra.
Y lo cierto, es que pocos han logrado vivir la experiencia del amor. Y si viviéramos amando, seríamos dichosos.
Porque no hay otra manera de ser feliz, que viviendo en el amor.
Vivir amando, no es nada fácil. Porque sin Dios, no puede vivirse un amor auténtico. Ya que el amor verdadero, es el que viene de lo alto.
Y cuando creemos amar, lo único que hacemos es querer o desear; porque el amor está por encima de nuestras fuerzas, es algo sobrenatural, ya que viene de Dios.
Y para poder amar, es necesario sentirse amado; y, sobre todo, se necesita creer en el amor.
Ya lo dice el Señor: “Como el Padre me ama, así los amo yo”. Sentir que somos amados, nos da la fuerza para amar.
Pero, el que no creé en el amor, difícilmente podrá dar amor.
Y porque somos débiles para amar, es por eso, que el Señor nos manda que amemos.
Porque si el amor no fuera un mandato, tal vez, olvidaríamos que necesitamos amar, y quedaríamos instalados en el “ego”.
Pero, no hay que olvidar, que Dios no pide nada, que antes no haya dado, y por eso, les dice a sus discípulos: “Este es mi mandamiento: que se amén los unos a los otros como yo los he amado”.(Jn.15).
Con ese mandato, el Señor nos recuerda: que hemos sido amados para que demos amor. Él, nos amó hasta dar la vida por nosotros. Por tanto, si creemos en su amor, estaremos dispuesto a vivir amando.
Pero el trabajo del amor, es que implica sacrificio. Y en estos tiempos, nadie está dispuesto a sacrificarse por amor.
Hay que recordar, que amor y sacrificio, son las dos caras de la misma moneda.
Por eso, para amar, es necesario contar con el amor divino. Y no olvidar, que, en el amor, aunque duela, es en el estado, donde mejor se puede vivir dichoso.
Pbro. Lic. Salvador González Vásquez.
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Juan 15, 9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.
Esto os mando: que os améis unos a otros».