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La opción que México encontró en 2018 se desvanece entre trifulcas

Pedro Cervantes Roque | 29/04/2021 | 17:59

Borrar el sistema democrático basado en pesos y contrapesos, en instituciones autónomas que organicen y vigilen los procesos electorales, para luego centralizar el control de las elecciones alegando honestidad y buen juicio como únicas garantías de respeto a la voluntad popular para otorgar representaciones proporcionales a modo de quien las organice y vigile, llevaría a México de regreso a un pasado de cuando menos 60 años atrás.

Este no puede ser un capítulo que se inserte en la marcha secuencial del país en materia política. El predominio electoral bajo la voluntad de un solo hombre, aunque removible cada seis años, hizo que nuestro país tuviera que reinventarse sexenalmente. Modificar el rumbo de la administración pública, cambiar programas y renovar el andamiaje de la burocracia mexicana, todo lo cual propició que las generaciones sexenales aprovecharan su paso por secretarías de estado y organismos del sector ampliado, para asegurar su futuro económico supuesto que en el periodo siguiente otros serían los presuntamente beneficiados.

Repetir ese esquema con la salvedad de que esta vez quizá no sean seis años sino más, causa enojo e indignación entre políticos que fueron parte de una alternancia partidista que permitió a México avanzar a partir del presente siglo. Sin embargo, es evidente que la elección del 2018 puso punto final a una etapa de desaciertos políticos y corruptelas que hartaron al ciudadano que con su voto cambió la ruta política del país. Pero la reorientación del rumbo político de México no incluyó la voluntad expresa de conducir la Nación por senderos de centralización y predominio de la voluntad de un solo hombre, como sucede ahora y como sucedió en el pasado.

El juego político del México actual se lleva a cabo con las mismas reglas del pasado reciente. Saltarse los ordenamientos y pretender modificar conceptos sin base en las leyes significa que hemos traído a México un sistema ajeno a la voluntad del pueblo, a quien supuestamente se quiere respetar y defender. Aplicar una reforma nacional sin acuerdos básicos entre los mexicanos, evidentemente causará rompimientos que en el mejor de los casos producirá reacciones en el presente proceso electoral. No es posible dejarnos guiar como si estuviéramos endiosados con el personaje que demanda y exige apego absoluto a su voluntad sin considerar las realidades del país, sin respetar la aspiración nacional de avanzar rápido y eficazmente. La opción que México encontró en 2018 se desvanece entre trifulcas.

Loa partidos políticos tradicionales perdieron espacio y presencia a partir de 2018. Ninguno ha hecho el intento por reorganizarse para renacer. Sus documentos fundamentales permanecen inamovibles. Sin ideologías actualizadas, identificadas con las aspiraciones de los nacionales, permanecen igual que las oficinas en que eventualmente se reúnen sus directivos, en soledad desesperante y en espera de que otros tiempos, quizá peores, los motiven a revisar lo que han perdido.

Entre tanto, el dilema para los ciudadanos continúa. No hay de donde escoger y sin material que interese, sin propuesta que entusiasme porque las promesas perdieron la confianza del electorado, los hombres y mujeres que buscan ser electos no se conceden la oportunidad de ganar por sus debilidades y carencias, justo cuando México requiere la presencia de los mejor preparados para hacerse cargo del país.

pedrocervantesroque@yahoo.com.mx