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Él, también tuvo miedo (Homilía)

Plano Informativo | 21/03/2021 | 02:57

Nadie se libra de atravesar por el miedo; porque si es humano, le tocará enfrentarse con el temor.

 

Y ya que, en este mundo existen las sorpresas y los cambios inesperados. Por lo mismo, será imposible evitar el miedo.

También existen las horas, por las que no quisiéramos tener que pasar, porque nos causan miedo.  

 

Pero ya lo dice el proverbio: “No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague”. Y bien sabemos, que todo tiene un plazo; y tarde o temprano,  tendrá que cumplirse.

 

Pero, hacerle frente a los momentos adversos, es algo que nos causa miedo. 

 

Y cualquier hombre, por el hecho de serlo, tiene miedo a enfrentar su destino; ni el mismo Cristo, siendo hombre, pudo librarse del miedo, ante la llegada de su hora.

 

Así dice el Evangelio: “Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: Padre, ¿líbrame de esta hora? No, pues precisamente para esta hora he venido”.(Jn.12).

 

Jesús, siendo Dios, y sin dejar de ser hombre, le tocó padecer el miedo.

 

Él, no tenía deudas; pero le fue asignado, el tener que saldar  nuestra deuda.

 

Muchos quisieran evadir el dolor. Pero  ignoran, que se necesita pasar por el sacrificio, para obtener un fruto.

 

Ya lo dijo el Señor: “ …si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere producirá mucho fruto”.(Jn.12,24).

 

No podemos evitar la hora para la que venimos a este mundo; y aunque nos cause miedo, es importante enfrentar el momento. 

 

Para así, cumplir con la misión que se nos ha encomendado.

 

Pero no hay que olvidar, que Dios no abandona en el momento adverso; porque Él, nos lleva de la mano, y nos da la fuerza para cumplir la encomienda.

 

Pbro. Lic. Salvador González Vásquez

 

Evangelio del día

 

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 20-33

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:

 

«Señor, queremos ver a Jesús».

Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.

 

Jesús les contestó:

«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará.

 

Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre».

 

Entonces vino una voz del cielo:

«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».

 

La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.

 

Jesús tomó la palabra y dijo:

 

«Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».

 

Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.