Ante la ausencia de grandes actos desde los que puedan lanzar sus críticas y reclamos a los rivales que serían festejados ruidosamente por los cientos o miles de simpatizantes que por voluntad propia o acarreados habrían asistido a escucharlos, los candidatos gubernamentales han tomado las redes sociales como plataforma de lanzamiento de sus dardos discursivos al resto de los competidores, así como para que su simpatizantes respalden sus expresiones o, en su defecto, para que elogien sus dichos y, fundamentalmente, convertirlas en el nuevo campo de batalla de la “guerra sucia”.
Naturalmente, el cambio de las plazas como lugar de lanzamiento de los ataques a los enemigos que van tras un mismo objetivo es consecuencia de la pandemia del coronavirus que ha venido arreciando así como el impedimento de organizar grandes concentraciones de gente capaces de dar lugar a que se intensifique la propagación del virus.
En este contexto, una de las ventajas que ofrece disponer de las redes para enviar sus señalamientos a la competencia consiste en que en ese espacio sus simpatizantes pueden remarcar y hasta complementar de su cosecha lo que haya dicho por muy agrio que fuera como también están en completa libertad de cubrirlos de elogios por sus señalamientos y aún asegurar, como es frecuente verlo que son los grandes favoritos de la contienda y los punteros en las preferencias aunque no haya un soporte concreto de tales afirmaciones.
Lo malo es que las susodichas redes se han convertido en la punta de lanza de la guerra sucia entre los candidatos por la facilidad que ofrecen de denostar o reprochar cualquier cosa a los rivales sin importar si es cierto o no.
Lamentablemente mucho de esto lo toma como cierto mucha gente que no conoce lo elemental de la conformación del escenario político aldeano de tal forma que lo da por hecho.
Precisamente, de esa ignorancia algunos candidatos vivillos no dejan de aprovecharlo en su favor subiendo a sus redes tanto las encuestas en las que aparecen al frente y subrayando que los rivales van atrás si es el caso, toda vez que el anonimato de las redes permite hacerlo sin limitantes por lo que seguramente no dejaremos de ver las exageradas muestras de admiración y apoyo por algunos candidatos por parte de simpatizantes debidamente contratados o convencidos de que lo hagan o que sin pudor alguno cubran de lodo con adjetivos insultantes a los adversarios en un cambio radical de ring electoral que antes eran las plazas públicas por las redes sociales que han venido a suplirlas con el agravante de que las han convertido en campos de batalla de la guerra sucia.
