La duda es una condena. Porque es inútil tratar de ser feliz, cuando vivimos dudando.
La fé, nos salva de las tormentas que trae la angustia.
Y gracias a la fe, es posible sentirse amado. Porque siempre va a existir alguien que nos ame; pero si no creemos en el amor, de nada nos sirve contar con el amor de alguien.
Hoy, Jesús le dice a Nicodemo: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna”. (Jn.3)
Dios nos ama sin reserva, ni medida; a tal grado, que entregó a su Hijo único, para que no vivamos perdidos.
La vida eterna, es felicidad sin límite de tiempo; es el gozo atrapado en el presente; y la paz, que podemos gozar ya desde ahora. Y todo, gracias a que tenemos fé.
Pero, si nos negamos a creer, convertiremos nuestra vida en un infierno.
Dice Juan: “Porque Dios no envío a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él”. (Jn.3).
Sin fe, no hay felicidad. Porque una felicidad amenazada por el miedo, no es una dicha auténtica.
Ya lo dice el Evangelio: “El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios”.(Jn.3).
Pidamos a Dios, el don de creer; porque solo así, tendremos una vida dichosa.
No olvidemos aquellas palabras de Isabel a María: “¡Dichosa tú qué has creído, porque se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor!”.(Lc.1,45).
Pbro. Lic. Salvador González Vásquez
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 14-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».