Pbro. Lic. Salvador González Vásquez. | 03/01/2021 | 5:22
El ver una estrella, nos hace pensar en que nada se ha perdido; y que aún nos queda un rayo de esperanza.
Porque fue una estrella, la señal, que llevo a los magos hacia la vida; es decir, al lugar donde se encontraba el Señor.
Hoy nos dice el Evangelio: “ ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.(Mt.2).
Con esto, podemos asegurar, que cada niño viene a este mundo con una estrella.
Y Jesús hecho niño, es una manifestación de Dios; pero también, cada niño que nace es una señal del cielo.
Por tanto, bien podemos asegurar, que todos nacemos con una estrella; y no es como algunos dicen, que “Unos nacen con estrella, y otros nacen estrellados”.
Todos nacimos con una estrella, pero a lo largo del camino; perdimos el rumbo, y terminamos estrellados.
Por eso, para Herodes no había estrella, porque ese hombre, ya estaba perdido.
Y que importante, es no perder la estrella que nos guía. Porque si seguimos el camino indicado, nunca tendremos que lamentar, el habernos estrellado.
Pbro. Lic. Salvador González Vásquez.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.