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Nunca te canses de esperar (Homilia)

Plano Informativo | 29/11/2020 | 02:25

Nunca dejes de esperar. Porque si no tienes esperanza, tampoco tendrás vida. 

 

Es posible vivir la vida, gracias al don de la espera. Y la esperanza, no  defrauda nunca .

 

Si algo esperamos, eso ya lo tenemos. Porque lo que se espera, se encuentra dentro del alma. Y  eso, es suficiente para cambiar la vida.

Y aunque hoy  se viven tiempos de   cansancio y de fatiga. No por eso, hay que dejar de esperar. 

 

Lo bueno llegará, pero ocupa su tiempo; y cuando menos lo esperemos, vendrá lo que estamos anhelando. Porque Dios sabe, cuando es  oportuno que  las cosas se den.

 

Mientras tanto, nosotros tenemos que estar despiertos, para que lo bueno, no nos encuentre dormidos. Hoy  dice el Evangelio “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”.  

 

El Señor, insiste en que estemos en espera. Porque el que deja de esperar, puede toparse con lo inesperado. 

 

Y hasta  parece, que el hombre vino al mundo para caminar a oscuras; porque ignoramos, con que nos vamos a tropezar por el camino.

 

Por eso, es necesario tener encendida la  luz de la fé, para que con ésta, pueda ser iluminado nuestro espíritu.

 

Y entre  los tropiezos, y  las caídas, no hay que dejar de pedir  el don de la esperanza; para que en ella, encontremos el motivo para seguir viviendo.

Hay que suplicar, con el salmo79: ” Escúchanos, pastor de Israel; tú, que estás rodeado de querubines, manifiéstate, despierta tu poder y ven a salvarnos”.

 

Por eso, hoy que damos inicio al tiempo de adviento. Es importante recordar, que éste tiempo, está marcado por una actitud de espera. 

Por lo tanto, nunca dejemos nunca de esperar; y  pidamos a Dios, que  venga pronto para salvarnos.

 

Pbro. Lic. Salvador González Vásquez.

 

Evangelio del día

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos 13, 33-37

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.

 

Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.

 

Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.

 

Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».