A lo largo de la historia, muchas películas estadounidenses han retratado a los mexicanos como delincuentes, corruptos, flojos, poco agraciados y capaces de venderse por una botella de tequila.
En una secuencia de la película hollywoodense “Lucha de Gigantes” (1967), el protagonista Kirk Douglas arroja monedas a un niño mexicano para obtener información y en otra John Wayne conquista a una mexicana de prominente escote a cambio de un botella de tequila.
Años después, en la comedia “Un genio con dos cerebros” (1983), el personaje de Katleen Turner pregunta al de la estrella Steve Martin quienes son los estúpidos que la reciben, cuando un par de sirvientes mexicanos le ofrecen flores a su llegada.
En “La mexicana” (2002), el actor Brad Pitt acude a un pueblo de clima caliente, sin derramar una gota de sudor, y decide cambiar su auto último modelo por uno destartalado, para que parezca nacional, y así pasar desapercibido en Real del Catorce.
Por esos años, “Inhala”, con Johnny Depp en el papel principal, mostraba a México como el país idóneo para conseguir droga.
De esta manera la llamada Meca del Cine ha tratado la imagen del mexicano en sus producciones cinematográficas que dan la vuelta al mundo.
Los estereotipos de que el ciudadano de este país se vende al mejor postor y es corrupto o que de plano sus calles son inseguras para cualquier extranjero al estar dominadas por el hampa, han sido manejados desde hace varias décadas.
Hace nueve años, en el marco de una comida entre los gobiernos de México y Estados Unidos, el ya desaparecido actor Ricardo Montalbán (La isla de la fantasía) consideró que si en realidad los gringos deseaban tender lazos amistosos, deberían empezar con el cine que hacían.
“Cuando yo estaba en MGM y ellos querían que hiciese un papel romántico, siempre era de cubano. Con Esther Williams, en “Latin lovers”, fui argentino. Con Lana Turner, fui brasileño.
Son nacionalidades que suenan bien. Mexicano no es una palabra que suene bien, y Hollywood tiene la culpa, por habernos retratado de manera tan infame. Somos el indolente peón apoyado en el cactus. Somos los bandidos. Hollywood podría hacer mucho por paliar el daño que lleva años haciendo”, dijo Montalbán.
Y vaya que tenía razón: desde “Los tres caballeros”, de los Estudios Disney, el mexicano era el clásico personaje divertido, pero violento, con pistola al cinto y menos inteligente que sus compañeros, el estadounidense Pato Donald o el brasileño Pepe Carioca.
Nos caricaturizan
Óscar Uriel, crítico de cine, considera que es una tendencia natural estadounidense caricaturizar: “Ellos lo hacen con todos los pueblos, no sólo con el mexicano. Lo han hecho con los soviéticos, los franceses, los africanos, aunque no por eso hay que aceptarlo. Creo que cuando se trata de una comedia puede ser válido, el problema es cuando se trata de una película seria”.
A veces se ha pasado de la raya y hasta publicaciones estadounidenses han criticado estas actitudes. Así ocurrió en 1986, cuando la compañía Orion Pictures encargó a John Landis hacer la película “Los tres amigos”, con Steve Martin y Chevy Chase. En ella tres norteamericanos tontos lograban derrotar a los villanos mexicanos y salvar un pueblo oprimido.
La revista Variety lanzó una editorial que fue demoledora: “¿Qué decir de la representación de los mexicanos en general como sucios, nada atractivos e ignorantes campesinos? Los realizadores han tratado la historia, sea o no burla de los viejos westerns, con poco aprecio por la cultura de otro pueblo”.
La película jamás fue estrenada comercialmente en México y hace unos años la programó Televisa, un domingo.
En “Hombre en llamas”, filmada en locaciones del Distrito Federal con el rutilante Denzel Washington y bajo la dirección de Tony Scott, se mostraba a una periodista que estaba dispuesta a acostarse con quien fuera para sacar información.
La policía estaba en contubernio con el narco y, aunque la mafia era un estructura nacional, un solo hombre acababa con ellos y rescataba a la niña secuestrada.
“Traffic”, de Steven Soderbergh, fue más moderada en su manera de mostrar a México. Si bien es visto a través de un ambiente de pobreza, corrupción, avaricia y narcoviolencia, el guión culpaba a los estadounidenses de ello por su apetito de drogas.
En una entrevista concedida al diario estadounidense Times, el actor Benicio de Toro explicó que había logrado convencer a Soderbergh de hacer una historia con matices y con él su personaje crecería.
“Habló de oponerse a los estereotipos. México tiene una historia intensa. Es importante decir que mucha gente, la mayoría, es honrada y trabajadora”.
Silvestre López Portillo, analista cinematográfica, dice: “Ya estamos tan acostumbrados al estereotipo que diría que la prueba máxima de que lo aceptamos sin decir nada es en “Sex and the city”, donde los personajes llegan a México y uno de ellos dice que no quiere agua mexicana, porque no sabe de dónde la sacan. ¡Y nadie dijo nada!”.
Los gringos buena onda
El catedrático y estudioso Emilio García Riera (1931-2002), autor de “Historia del cine mexicano”, dijo alguna vez que contra lo que pudiera pensarse no eran muchas las producciones que marcaban estereotipos negativos mexicanos.
Entre sus ejemplos se encontraba “La bamba”, donde el personaje del cantante Ritchie Valens obtenía el éxito luego de haber ido con un curandero a México.
Y la lista se puede extender a títulos más recientes. Salma Hayek, por ejemplo, ha realizado papeles de mujeres fuertes y luchonas en “Érase una vez en México”, “Frida” y la comedia “Bandidas”, que aunque interpreta a una ladrona en esta última, era una especie de Robin Hood femenino.